Contra Marine Le Pen

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Contra Marine Le Pen en la web de PIPOL

 

Por una casualidad muy desagradable, hace ya quince años, me encontraba en París un 1 de mayo, allí donde el padre Le Pen eructaba sus obscenidades a la sombra de Juana de Arco. No sentí ningún miedo de ese fantoche, pero la multitud de cafres y estúpidos que le rodeaban me dejo helado. Una sórdida atmosfera de linchamiento, eso era lo que sentía de forma más palpable.

Según Claude Lauzmann, entrevistado por Paris Match el 05 de marzo pasado, los franceses juegan hoy a asustarse de si mismos con la perspectiva de la elección de Marine Le Pen. Como no soy de nacionalidad francesa, ese juego – a suponer que sea un juego – no me está permitido. No más que a Lucas Belvaux. Pero no por ello nos concierne menos.

Hay que decir que somos ciudadanos de un país donde, sin que esto parezca conmocionar a nadie ni en Francia ni en el resto de Europa, un partido nacionalista flamenco de extrema derecha dirigido por un hábil estratega, ha tomado, hace más de dos años, con la complicidad de la derecha francófona, las riendas del poder. Si algo es susceptible de asustarme, es ante todo esta indiferencia. Veo en ella la señal más clara de esa desdiabolización del fascismo que, en Francia, ha encontrado su encarnación en Marine Le Pen.

Desde la América de Trump a la Rusia de Putin, pasando por la Turquía de Erdogan y el Brasil de Temer, el fondo del aire es marrón en nuestro planeta azul. Entonces en Europa, en Francia o en otra parte, ¿jugamos a darnos miedo, como lo piensa Lanzmann? ¿No es más bien que un dique ha cedido y que, desde entonces, la extrema derecha ya no da miedo? A la imagen de la NVA en Bélgica, esta se hace poco a poco perfectamente frecuentable. Por no decir respetable.

La elección presidencial francesa constituye un paso más en esa dirección. En 2002, cuando, a la sorpresa general, Jean-Marie Le Pen accedió a la segunda vuelta, un frente republicano se levantó y Jacques Chirac recogió el 80 % de los sufragios. Entre las dos vueltas de los escrutinios, no hubo debate televisado entre los dos candidatos: Chirac se negó. En 2017, su hija tiene asegurado participar en la segunda vuelta. Y las cadenas de televisión se disputan el privilegio de un debate Le Pen-Macron ¡incluso antes de la segunda vuelta! A esto hemos llegado.

Nada está escrito, decía Manuel Valls anunciando su candidatura, que dure para siempre. Nada está escrito, el Cielo le oiga, ¡pero todo está cuidadosamente difuminado! Cuando el padre Le Pen pase a mejor vida, le tejerán los laureles de un patriota y sonreirán con sus pequeñas torpezas en respuesta a verdaderas preguntas El Frente Nacional probablemente habrá cambiado su nombre para entonces. ¿No acaba Marine Le Pen de declarar que no era la candidata, sino más bien la de los franceses? Dejen venir a mí todas las buenas personas, asqueadas por el sistema.

¡Ah! El sistema. Fillon también se declara en guerra contra el sistema. ¡Demasiado insolente! Macron utiliza otra vía: su proyecto es un espejo caza bobos en el que cada uno se embellecerá por el milagro de la “alternativa verdadera”. En cuanto a la izquierda, o lo que queda de ella sobre las ruinas de la hollandia[1], sueña con una revolución ciudadana o con un futuro deseable. Esta ingenuidad tiene algo de conmovedor. Y es que, sí, sin el impulso de un deseo, nada verá el día que pueda, de forma duradera, contrarrestar la subida de la identidad rancia y el triunfo de los canallas que de ella han hecho su caldo de cultivo. Pero, por desgracia, no es momento para discursos generosos, y sobre todo para deseos piadosos, que nunca arreglan nada. Un futuro deseable, la idea no llega muy bien a las mentes después de cinco sombríos pero perseverantes años de renegaciones.

Frente a este panorama, hay dos formas de orientarse. O partiendo de lo real que está en cuestión o partiendo de su denegación. El Elíseo quizás no sea aún para Marine Le Pen. Pero ya no está lejos. Buisson le ha preparado alegremente el terreno. Los Phlippot y otros Collard de turno están dispuestos a ocuparlo. En cuanto a ella, velará en el funeral del padre con toda la pompa debida a los comendadores caídos.

 

Traducción: Alba Cifuentes Suarez

 

 

[1] Haciendo referencia a François Hollande, presidente en Francia desde 2012

 


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