Reseña de la Conferencia de Enric Berenguer «¿ Con qué sueñan los niños?» | Ciclo Lo que el psicoanálisis dice de los sueños | BOL – Biblioteca Sede Bilbao ELP

¿Con qué sueñan los niños?

 

Éste es el título de la conferencia de Enric Berenger, pronunciada el 15 de noviembre de 2019 en la Biblioteca de Orientación Lacaniana de Bilbao.

Parte de un punto que llamó su atención al leer el caso “Juanito” de Freud acompañado de las notas de Jacques Lacan: Ambos vacilan a la hora de distinguir en el niño sueños, fantasías y pensamientos. Más que una confusión, parece una dificultad en la clínica delimitar cada uno de estos fenómenos en los niños. ¿Por qué, para el mismo niño, ésta diferencia no resulta clara?

Refiriéndose al capítulo 3 de la Traumdeutung, los sueños de los niños demuestran que el sueño es un cumplimiento de deseo, pero no representan enigma alguno que resolver. Sin embargo, tomando en detalle algunos de los que allí se analizan, como ese célebre de Anna Freud en que, tras un empacho, dice en sueños su nombre seguido de algunos alimentos, observa que hay algunos otros elementos que deben ser tomados en cuenta: El hecho de que el cuerpo de la niña había sido afectado (vómito de la tarde anterior) y la prohibición de ciertas viandas, supuestas causantes de la indigestión, nos indicarían que el sueño, más que la sola satisfacción alucinatoria de una necesidad o deseo, incluiría una cierta rebelión contra una imposición del Otro. Esta presencia del deseo del Otro está implicada también en otros sueños de niños descritos por Freud.

A continuación, tomará el caso Juanito, en el que Freud plantea una perspectiva distinta del sueño, indicando la relación de éste con el proceso de cristalización de un síntoma: un sueño es el antecedente inmediato del comienzo de la fobia; los sueños van apareciendo en una relación dinámica en el desarrollo de ésta, y toman un papel fundamental en el dialogo con el adulto en el que consiste su tratamiento, siendo un eje de la cura.

Tomando los sueños de este historial, Enric Berenger nos traslada la observación de que hay primero un proceso en que los sueños se van haciendo más complejos, enigmáticos, cifrados. De la aparente transparencia inicial progresan hasta uno, el primero que Freud considera “incomprensible por la acción de la deformación onírica”, en el que dicha deformación afecta tanto a lo enigmático de sus frases como a dónde está el yo del soñante, que aparecerá por primera vez deslocalizado, descompuesto, indeterminado. Subraya que, a lo largo de este trayecto, como resultado del funcionamiento del inconsciente, ha surgido un deseo nuevo, deseo articulado en términos pulsionales, que toma una parte concreta del cuerpo, vinculada con una excitación, una relación con el otro y también una conexión con la dimensión escópica.

El inconsciente de Juanito, en esta actividad onírica, produce algo que es de diferente naturaleza a la transparencia de un sueño infantil. Enric Berenger señala esto como una de las dimensiones fundamentales de los sueños de los niños y propone denominarlo “actividad de cifrado”: El sueño se va haciendo más oscuro, implica no ya la aparición de elementos imaginarios de cómo sustituir el deseo, como representarlo, sino un cifrado del orden de lo pulsional; el cuerpo se hace presente; el deseo toma una consistencia de tipo pulsional y se torna una fórmula enigmática. El cifrado cada vez más opaco: se construye un enigma.

Y ¿por qué el inconsciente cifra? ¿Por qué el sueño tiene que convertir en incomprensible una cosas que aparentemente es tan obvia, tan sencilla?

Enric Berenguer plantea su hipótesis: la introducción del enigma en el sueño es la única forma de representar lo irrepresentable. Es esta opacidad misma la que constituye un tratamiento de lo no representable, de lo pulsional. No se trata de la representación de lo pulsional, sino de su cifrado. Freud mismo indica que por la represión primaria la pulsión no puede pasar a la representación, y por esto el cifrado como tal ocupa el lugar de la representación.

Al sueño anteriormente mencionado del historial de Juanito, le sigue el que es el antecedente inmediato de la fobia, uno nuevamente transparente tanto por la localización del yo como en la transformación (prácticamente ausente) de su contenido. Tras esto, se desencadena la angustia. Pero va a aparecer otro fenómeno, diferente pero nuevamente enigmático: “tenía miedo de que me mordiese un caballo”. Podría decirse que el significante fóbico toma el relevo del cifrado que antes aparecía en los sueños. Ahora la fobia al caballo encarna la función de ese cifrado enigmático.

El tratamiento de Juanito consiste el dialogo en relación a una serie de construcciones de su inconsciente: el aporta sus enigmas, otro las interpreta y él responde “no”, pero su actividad onírica se relanza. Son producciones del inconsciente que mantienen una dimensión de opacidad. Lo que va quedando como fundamental es la relación del propio Juanito con su deseo, con su cuerpo, y con la construcción de una cierta versión masculina particular. . En última instancia, lo que aparece como verdaderamente terapéutico en el caso de Juanito es el proceso de “ciframiento” y no el de desciframiento. Podríamos incluso decir que los intentos de desciframiento por parte del padre y de Freud le sirven al niño para poder delimitar aquello que no es descifrable. Esto nos da una perspectiva sobre los sueños de los niños.

En el tramo final de su conferencia, Enric Berenguer toma, apoyándose en un caso, la tensión entre pesadillas y terrores nocturnos, que apunta precisamente a un “cifrado”: Una pesadilla es algo enigmático, mientras que, en un terror nocturno, no puede el niño decir de qué se trata. La primera implica un proceso de cifrado, lo que permite establecer una relación de palabra con el Otro, permite entrar en una relación de interpretación, fundamentalmente equivocada. Y mejor si es así, pues no habría cosa peor que el que el Otro supiese exactamente el motivo. Esta dimensión del inconsciente permite, precisamente, una cierta separación del Otro.

Lo incompresible que el sueño produce protege al sujeto de lo que sería una traducción sin límite de lo pulsional al deseo. Desear todo lo de la pulsión implicaría un sin límite. Una de las virtudes del cifrado es producir, justamente, ese efecto de separación que, de algún modo, protege al sujeto.

 

Pablo Cardona

 


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