Hacia PIPOL 11. Clínica y crítica del Patriarcado

Lunes 27 de febrero de 2023. Una introducción.

El significante “patriarcado” no pertenece al cuerpo teórico del psicoanálisis, sin embargo, no nos es ajeno al menos en dos aspectos:

Por un lado, en relación con el orden paterno, como marco donde opera la función paterna, punto de partida de Lacan para ordenar la clínica, las estructuras clínicas en su retorno a Freud.

Por otro, en tanto significante privilegiado de la época, que podemos leer como el régimen social del Nombre-del-padre. Lacan lo llamará el discurso del amo. Discurso del amo en sus vertientes más mortíferas, de poder y dominación.

En etimología de la palabra “patriarcado” significa gobierno de los padres. Según una de las acepciones de la RAE: “Tiempo que dura la “dignidad” de un patriarca.

Más allá de los debates propios de la antropología social respecto del surgimiento del patriarcado, se puede decir que “patriarcado” designa a un tipo de organización social, cultural, – en alianza en el momento actual con el capitalismo y el neoliberalismo- basada en un sistema jerárquico sustentado en la figura del padre de familia.

Es a partir de los años 70 cuando Kate Millet en su texto Política sexual define al patriarcado como una política sexual ejercida por el colectivo de los varones sobre las mujeres. Asigna al término “política” una connotación particular como conjunto de estrategias destinadas a sostener un orden. Con su conocido lema “lo personal es lo político” pretende cambiar la unidireccionalidad de este orden.

Según Millett, el patriarcado se rige por dos principios: el dominio del macho sobre la hembra y del macho adulto sobre el joven. Por lo demás, su diversidad es enorme, se adapta a diferentes sistemas económico-políticos (feudalismo, democracia occidental, socialismo real…) y es universal. Aunque suele recurrir a la fuerza (violaciones, escisión, prohibición del aborto, prostitución, reclusión, velo, etc.), el patriarcado se apoya sobre todo en el consenso generado por la socialización de género. El sistema patriarcal produce sus individuos, produce género.

Tal vez la mayor arma psicológica del patriarcado consista simplemente en su universalidad y longevidad. Apenas existen otras formas políticas con las que se pudiera contrastar o con relación a las cuales se pudiera impugnar«1. La autora señala que el patriarcado se halla tan firmemente enraizado que la estructura política que ha creado entre ambos sexos no constituye solamente un sistema político, sino también y, sobre todo, un hábito mental y una forma de vida2.

Actualmente por patriarcado se entiende un sistema de dominio institucionalizado que mantiene la subordinación e invisibilización de las mujeres y todo aquello considerado como ‘femenino’ con respecto a los varones y lo ‘masculino’, creando así una situación de desigualdad estructural basada en la pertenencia a determinado ‘sexo biológico’. Tiene su origen histórico en la familia, cuya jefatura ejerce el padre y se proyecta a todo el orden social. Esta situación se mantiene a través de regímenes, hábitos, costumbres, prácticas cotidianas, ideas, prejuicios, leyes e instituciones sociales, religiosas y políticas que definen y difunden una serie de roles a través de los cuáles se vigila, se apropia y se controla los cuerpos de las mujeres, a quienes no se les permite gozar de una completa igualdad de oportunidades y derechos.

El patriarcado connota entonces la idea de una “política de dominación en los actos aparentemente más privados y personales3.

El patriarcado, cuestión tanto de hombres como de mujeres, borra las fronteras de lo privado y lo público y funciona como un sistema de regulación de roles, incluidas las prácticas sexuales que se organizan según el binomio hombre-mujer.

En las últimas décadas se ha demostrado que el orden impuesto por el patriarcado es un producto social transformable, puesto que ha venido siendo objeto de reconfiguración gracias a la lucha feminista y del colectivo LGTTBI, que vienen logrando el reconocimiento gradual y el respeto de los derechos que se les había negado previamente.

Sin embargo, debido a su fuerte implantación en las estructuras sociales ciertas estructuras patriarcales persisten y adquieren gran fuerza a través de procesos e instituciones considerados como legítimos, como la globalización, el neoliberalismo económico, las empresas transnacionales, la política y el Estado moderno.

En el término patriarcado de hoy en día resuena una crítica contemporánea del abuso, ella nos propone, reducir la función paterna al ejercicio de una dominación (además masculina, podríamos añadir)

Como comenta Guy Poblome en la primera newsletter publicada, Nobodaddy4, todo el mundo habla del patriarcado o ha oído hablar de él. Se dice que es la causa del malestar en la civilización contemporánea, aunque había desaparecido de circulación a causa de su decadencia, o incluso a causa de su “evaporación5 (Lacan, J., 1968) cada vez se prescinde más del padre.

¿Qué dice el psicoanálisis? Es la pregunta que con el Titulo Clínica y Critica del patriarcado, el congreso de PIPOL 11 nos convoca al trabajo.

Como punto de partida Jacques-Alain Miller sitúa en “Feminismos” que hasta una época muy reciente todas las culturas, exceptuando las marginales, se orientaban por el padre: religiones, familia, prácticas sociales.

Freud anudó en el padre los mitos con los que explicó la causa de la neurosis, tanto en su factor filogenético6 como respecto del mito individual del neurótico y dejo al analista “prisionero” de la función del padre.

Lacan ubicó al padre primeramente como un significante esencial, el Nombre-del-Padre, que señalaba al padre simbólico, diferente de la imagen paterna, del padre de la religión, del padre en tanto individuo biológico y procreador, esto es, señalando la potencia operativa simbólica de su nombre. Este significante define la posición del sujeto respecto de las estructuras clínicas, neurosis, psicosis, perversión y es, además, un elemento mediador en la estructuración del mundo simbólico.

El recorrido de Lacan desde el Nombre-del-Padre a los Nombres del padre es muy extenso. Respecto a su funcionamiento podemos situar al menos tres períodos :

  • El nombre del Padre cómo metáfora
  • El nombre del Padre cómo función lógica
  • Los nombres del Padre como cuarto nudo

El texto que hoy nos ha convocado al trabajo “Comentario del seminario inexistente de Jacques-AlainMiller, se sitúa en el momento en que Lacan realiza el pasaje entre el Nombre del Padre como metáfora al Nombre del padre como función lógica.

El texto

El “Comentario del seminario inexistente se enmarca en la tercera reunión del programa de Estudios Avanzados que propuso Jacques-Alain Miller al conjunto del Campo Freudiano en el año 1991; año también de la recién creada EOL. Durante este año 1991-92 Jacques-Alain Miller dará su curso anual bajo el título De la naturaleza de los semblantes.

Introducción a la presentación del seminario inexistente.

Inexistente porque fue un seminario que Lacan iba a pronunciar y no pudo pronunciar. El seminario, que fue anunciado en la última clase del seminario La angustia, llevaba por título Los nombres del Padre.

Lo primero que nos plantea Miller es la cronología de los hechos. El 19 de noviembre de 1963 hay una asamblea en lo que era la Sociedad Francesa de Psicoanálisis. Sociedad que aún no era perteneciente a la IPA (Asociación Psicoanalítica Internacional). Su requisito para tal empresa era la exclusión de Jacques Lacan de la lista de los analistas didactas.

Ser retirado de la lista de didactas suponía no poder tener en su diván a futuros analistas, ni formar futuros analistas, ni dar seminarios, ni ser consideradas válidas sus exposiciones y, para aquellos que se analizasen con él o que tomasen sus cursos, dejar de ser reconocidos como analistas. Asunto gravísimo, Lacan quedaba como un analista, un maestro sin posibilidades.

La Sociedad Francesa de Psicoanálisis lo acepta. Esta decisión es comunicada a Lacan la noche anterior al inicio de la primera clase de su seminario Los nombres del Padre. Al día siguiente, Lacan da esta clase, que es la única que dio sobre los nombres del padre.

Cuando escribo esto pienso en la IPA, concordante con la definición de patriarcado: organización cultural, basada en un sistema jerárquico, como conjunto de estrategias destinadas a sostener un orden y solo el suyo, basado a su vez en la figura del padre de familia, Freud.

Posiblemente los colegas, anclados en el padre Freud y en la cuestión de la duración de las sesiones (Lacan fue duramente criticado por el uso variable del tiempo de sesión y de sus sesiones cortas) se desesperaron con la presencia de este maestro que tenía una teoría, que estaba pensando la teoría psicoanalítica en relación a la clínica y que , en ello, subvertía cada vez más ese orden, poniendo en cuestión tanto los conceptos como las lógicas que los mantenían e innovando en su teorización, como por ejemplo el objeto a, elaborado en el seminario anterior, el 10 La angustia.

En el Seminario de La Angustia, ya había situado el tema del Dios para los judíos, la cuestión del pacto y la circuncisión. La función del Shofar y la representación de éste como la voz de Dios y el recorte del objeto a en esta articulación.

Así comienza el Seminario de los Nombres del Padre, diciendo:

La noche pasada, ya tarde, me fue anunciada una novedad, yo había creído que continuaría este año con lo que vengo dando desde hace diez”. “No esperaré el final de este seminario para decirles que éste es el último seminario que daré”.

La lectura que hace Jacques-Alain Miller es como si hubiera ocurrido lo siguiente: que por haberse animado a poner en cuestión el Nombre del Padre -que además él mismo había formalizado pero que está en Freud, que hace al Edipo freudiano-, como si por haberse animado a tocar la cuestión del Nombre del Padre y, con ello, las cuestiones:

  1. del padre construido por Freud
  2. del deseo del propio Freud
  3. de Freud mismo como padre del psicoanálisis,

se lo hubiera castigado de semejante manera: borrándolo, tachándolo violentamente de la Internacional.

“No es por azar que no he podido hacer mi seminario sobre “Los Nombres del Padre”.

Lacan lo eleva a la modalidad de lo imposible; como si tocar -nos dice Miller- al Nombre del Padre en el psicoanálisis fuera todavía imposible. Como si el Nombre del Padre debiera quedarse bajo un velo, como si el que tocase al Nombre del Padre debiera de ser víctima de cierta venganza; como si cerca del Nombre del Padre hubiera algo así como una maldición del Faraón al tocar la tumba de su pirámide.

La subversión que este seminario planteaba sería la que el mismo título indicaba: Los nombres del padre denuncian que no hay Nombre del Padre. El Nombre como único, el nombre como absoluto, no existe. A decir de Miller: La tumba del padre-del padre en singular- quedaba vacía.

Una cuestión clínica

En este punto Miller nos recuerda que la cuestión del Nombre del Padre y de “Los nombres del Padre” han sido para Lacan, ante todo una cuestión clínica. “Reconocer el nombre del padre, es distinguir el padre simbólico, el padre imaginario y el padre real” y que esta distinción implica las consecuencias más fuertes en la dirección de la cura. En el patriarcado no se reconoce esta distinción y por ello es caótico desde los postulados feministas, se confunde padre, patriarca y patriarcado.

La primera vez que aparece escrita la expresión “nombre del padre” es en Función y campo de la palabra (Lacan,J.,1953)7.

En el nombre del padre es donde tenemos que reconocer al sostén de la función simbólica que, desde el albor de los tiempos históricos, identifica su persona con la figura de la ley. Esta concepción *nos permite distinguir claramente en el análisis de un caso los efectos inconscientes de esa función respecto de las relaciones narcisistas, incluso respecto de las reales que el sujeto sostiene con la imagen y la acción de la persona que la encarna, y de ello resulta un modo de compresión que va a resonar en la conducción misma de las intervenciones. La práctica nos ha confirmado su fecundidad a quienes hemos inducido a este método. Y hemos tenido a menudo la oportunidad en los controles o en los casos comunicados de subrayar las confusiones nocivas que enjendra su desconocimiento”.

Lacan presenta entonces el Nombre-del-Padre como el principio del método clínico (su método, distanciándose de la IPA y del Edipo).

Retomando, Lacan dice esta primera y única clase y se va de Sainte-Anne, donde llevaba 10 años impartiendo su seminario. Y poco después comienza su seminario sobre sobre los fundamentos del psicoanálisis, publicado como Los cuatro conceptos fundamentales del Psicoanálisis.

Entonces, el Seminario 11 viene al lugar del “Seminario inexistente”; los conceptos fundamentales del psicoanálisis vienen al lugar, en una operación metafórica, de los Nombres del Padre. Al lugar de lo que queda de religioso, de reverencial al padre Freud en el psicoanálisis, vienen los conceptos. Se trata de una sustitución de los nombres8 (Miller, J.-A., 1991) por los conceptos fundamentales freudianos: inconsciente, repetición, transferencia y pulsión.

Dice Miller: “Inconsciente, repetición, transferencia y pulsión son nombres que le debemos a Freud, son los nombres del padre en psicoanálisis9 y agrega que Lacan poco a poco se va preparando para sustituir los conceptos freudianos por sus propios matemas. El matema fundamental que sirve de operador lógico a Lacan es el objeto a, que ha trabajado en el Seminario 10.

Miller avanza diciendo que lo que se opera en este Seminario es como Lacan toma el Nombre del Padre para cuestionar qué había de religioso en el psicoanálisis mismo.

¿Y cómo lo iba a hacer? Sustituyendo el Nombre del Padre por los “nombres”, que es lo que llamamos la “pluralización de los nombres del padre”. Pero eso ya está en La Biblia, porque quien vaya al “Éxodo” y lea el fragmento de cómo se le presenta Yahvé a Moisés, leerá que aparecen varios nombres: el Dios de Abraham, de Isaac, de Jacob, el “Soy el que soy”, el “Soy”. Es decir, que aparecen una serie de nombres para nombrar a Dios y eso le permite a Lacan mostrar que el nombre del padre no es único sino que puede ser ocupado por cualquier elemento que vaya a ese lugar. Este es el sacrilegio.

Miller interpreta la sustitución de, el Nombre del Padre, por los Nombres del Padre, del singular al plural, puntuando que:

1º Al haber más de uno, cambia todo, se pasa de lo Uno a lo Múltiple y el efecto es la relativización del Nombre del Padre. Deja de ser un absoluto para pasar a ser “uno entre otros”. Y esto implica la castración del dios de Israel. Así mismo es someter a discusión la existencia de uno solo.

2º Esto implica que “ser uno entre otros” supone que el Nombre del Padre es un Nombre del Padre entre otros nombres que pueden funcionar como Nombre del Padre, por ejemplo, La mujer.

Con estos dos sentidos Lacan da cuenta de que el Nombre del Padre puede escribirse como una función NP(x). Se trata de una función donde cualquier elemento ubicado en la posición (x) puede operar como Nombre del Padre, lo que en la práctica clínica justamente supone la cuestión de saber qué es lo que ha funcionado para cada sujeto como Nombre del Padre. Supone además el pasaje de una conceptualización religiosa del concepto a su tratamiento como función lógica.

Por eso, el primer capítulo del Seminario 11, titulado “La excomunión”, gira en torno a esto ¿cómo se inscribe el psicoanálisis? ¿Es una práctica? ¿Es una religión? ¿Es una ciencia?

La religión – especialmente la cristiana- habla de Dios como un padre, el Padre de todos los hombres, esto es el Padre por excelencia. El Nombre del Padre está dicho en la bendición: en el nombre del padre, del hijo y del espíritu santo.

Asimismo, es también en el primer capítulo del Seminario 11 donde Lacan cuestiona el deseo de Freud. Comenta que la organización analítica concebida por Freud está soportada por lo no analizado del deseo de Freud. ¿Y qué es lo no analizado del deseo de Freud? A propósito del Edipo, es precisamente su lugar de padre, es lo que llama en otro momento del seminario “el sueño de Freud”, el sueño de salvar al padre. Esto último lo dice el propio Freud.

En el curso de Miller El banquete de los analistas10, en la página 114, está transcrita una nota del libro “Mi análisis con Freud” de un analista que se llamaba Kardiner, dice así: “En una ocasión le pregunté a Freud qué pensaba de él mismo como analista”. Y la respuesta que da Freud es un tanto perturbadora. Sigue así: “Me da gusto que me lo pregunte porque francamente no tengo gran interés en problemas terapéuticos – es el año 1927, ya estaba un poco cansado Freud-. En la actualidad soy muy impaciente, tengo muchas cosas que me descalifican como gran analista, una de ellas es que soy demasiado padre. Segundo, estoy muy ocupado todo el tiempo con problemas teóricos de modo que cuando tengo la oportunidad trabajo con ellos en lugar de poner atención a los problemas terapéuticos. Tercero, no tengo la paciencia para trabajar con la gente por largo tiempo”, no conocía claro esté el uso de las sesiones cortas de Lacan.

Pero el tema central es que Freud mismo dice que él está en una posición paterna. Posición que es la de hacer “existir el al menos uno”, que es el Padre del mito de la horda primitiva en “Tótem y tabú” y que es el padre muerto.

El análisis de los mitos de Edipo, de “Tótem y tabú” y el de “Moisés y la religión monoteísta” según Freud, muestran el origen de la ley que se instaura a partir del denominador común de los tres textos que es el asesinato del padre, quien precisamente introduciría la ley a partir de ser un “padre muerto”.

Esto es muy sabido, pero para tenerlo claro recuerden que en la teoría de conjuntos para constituir un conjunto que tenga elementos en su interior, para que sea un conjunto cerrado, por ejemplo el de todos los hermanos de la horda, tiene que haber siempre un elemento distinto que esté afuera y que es el que le da consistencia a ese conjunto precisamente como un todo consistente.

Ese es el Nombre del Padre, es el padre muerto de la horda de “Tótem y tabú” y que es el padre muerto.

Esto es lo que Lacan cuestionó ya antes y profundizó en este Seminario 11. Decía, El Nombre del Padre como función. Si nos referimos a la metáfora paterna, la función es la de metaforizar el deseo de la madre, de barrarlo. En este sentido dice Miller (Miller. J.-A., 1991b)11el Nombre del Padre es un operador de metaforización, hasta el punto de que como elemento es ya en si mismo la metáfora de la presencia del padre. Por ello es por lo que el Nombre del Padre puede operar en ausencia del padre y además lo vuelve ausente. Por eso Lacan puede afirmar que se trata del padre muerto, como sujeto mismo del significante, que se escribe S tachado. ¿Qué es lo que se metaforiza? El Deseo de la Madre y que no es otra cosa que la presencia del goce.

Siguiendo a Miller en este desarrollo el Nombre-del- Padre es, entonces, el padre metaforizado por el discurso de la madre y, por lo tanto, muerto, matado por ese discurso.

El concepto de Nombre-del- Padre en Lacan une el complejo de Edipo freudiano con el mito de Tótem y tabú – ya que introduce al padre como muerto- y el complejo de castración.

Pese a la metáfora, Miller concluye que el goce, en Tótem y tabú, en vez de quedar en la madre se presenta como atributo del padre.

En oposición a ser el padre en la cura, como Freud reconoce, Lacan, articulando su posición de objeto desechado, segregado por la IPA, va a caracterizar la posición del analista también como un objeto de desecho de la operación analítica. Y en ese sentido podríamos escribir con una especie de metáfora muy sencilla que lo que se opera es esto: el pasaje del padre al objeto a.

De esta posición de ser negociado -sobre esto transitan unos párrafos de la primera clase- en realidad no hay que asustarse, porque no es algo que esté mal, depende del ángulo desde el que se lo mire, ya que es una condición estructural. Todos somos un objeto negociado o negociable. Desde la política, que implica administración de poblaciones, somos objetos de la gerencia de la política. Desde que venimos al mundo, somos negociados por el deseo de nuestros padres, porque el lugar que cada uno ocupa en el deseo paterno, materno, precisamente es el de ser un objeto. Es entonces una posición estructural.

Esto es lo que no soportan los feminismos que quieren deshacerse del patriarcado. Como dice Nathalie Crame en la newsletter titulada: ¡Cegado!: “De hecho, por mucho que queramos deconstruir el sistema patriarcal, hoy responsable de todos los males, los padres de apariencia schreberiana y las madres que dejan hacer no se evaporarán”12.

Maite Martínez, Socia de la Sede de Bilbao de la ELP.

 

 

Notas:

  1. Millet, Kate. Política sexual. Colección Feminismos. Ediciones Cátedra, Madrid, 1995, p. 124.

  2. Ibid., p. 130.

  3. Puleo, A. “Patriarcado”. 10 palabras clave sobre la mujer. Verbo Divino, Navarra, 1995, p. 24.

  4. Poblome, Guy. PIPOL 11. Nobodaddy.

  5. Lacan, Jacques. “Nota sobre el: Padre”. El Psicoanálisis, n°29, Revista de la ELP.

  6. La filogenia es la relación de parentesco entre especies o taxones en general. Aunque el término también aparece en lingüística histórica para referirse a la clasificación de las lenguas humanas según su origen común, el término se utiliza principalmente en su sentido biológico.

  7. Lacan, Jacques. “Función y campo de la palabra”. Escritos 1. Siglo XXI. México, 1980, pp. 267-268.

  8. Miller, Jacques-Alain. Comentario del seminario inexistente. Manantial, Buenos Aires, 1992. p. 77.

  9. Miller, J.-A. De la naturaleza de los semblantes. Caps: II y III. Paidós, Buenos Aires, 2002.

  10. Miller, Jacques-Alain. El Banquete de los analistas. Paidós, Barcelona, 2000, p. 14.

  11. Miller, J.-A. De la naturaleza de los semblantes. Op.cit. p. 31.

  12. Crame, N. PIPOL 11, Editorial, newsletter: “Cegado”.