Necesidad de una política para la Tierra
La Biblioteca de Orientación Lacaniana de la Sede de Bilbao junto con Zadig-España tiene hoy el placer de presentar ante ustedes el libro de Antxon Olabe: Necesidad de una política de la tierra. Emergencia climática en tiempos de confrontación.
Como ya lo ha comentado Luis Fermín Orueta, Antxon Olabe es una de las voces más autorizadas y respetadas sobre el cambio climático en nuestro país. La presentación de su libro es una oportunidad para ayudar a darlo a conocer y ampliar el impacto de su difusión, por la importancia del tema que trata, así como por la seriedad de su propuesta, que es el resultado de numerosas investigaciones y conversaciones sobre la crisis climática y la transición energética a lo largo de los últimos treinta años.
Como Antxon lo recuerda “poner su voz al servicio de esta causa ha sido el propósito sobre el que ha girado su vida activa, su contribución ciudadana”, causa que sin duda tiene su raíz en el estremecimiento que le produce, la posibilidad de dejar a nuestros jóvenes y a las generaciones venideras un “planeta en llamas”.
Ustedes podrán entonces leer la propuesta de una política para la tierra, que hace algunos años no teníamos frase de Ulrich Beck, que el autor toma como uno de los exergos de la obra.
El libro, sigo la propia repartición que el autor nos propone, está dividido en tres partes. La primera explica las características y consecuencias de la crisis climática, considerada, junto con la amenaza nuclear reavivada recientemente, la mayor amenaza de nuestro tiempo.
La segunda parte se centra en la geopolítica climática, analizando los efectos de la crisis, sus consecuencias de rivalidad geopolítica, desde el convencimiento de que la respuesta a la crisis solo prosperará si las principales potencias hacen de ello una prioridad internacional.
La tercera y última parte del libro analiza el alcance y la relevancia de la transformación del sistema energético global. Un punto clave de la respuesta a la crisis climática, que el libro defiende, es la transformación del sistema energético global. Las energías fósiles han sido la espina dorsal del sistema económico, su sustitución por las nuevas energías renovables, ya más eficientes, se ha vuelto imparable y el mundo se encamina hacia un nuevo orden de la energía, de la que Europa ha hecho uno de sus ejes centrales.
La necesidad de conducir el sistema climático hacia lo que las ciencias de la tierra denominan un valle de estabilidad, con la finalidad de mantener el incremento de la temperatura media global en 1,5 grados es fundamental. Y este objetivo solo será viable si se alcanza la neutralidad mundial en carbono para 2050 y la del resto de los gases de invernadero poco después.
El siglo XXI ha de pensarse –propone el autor- a la luz de la emergencia climática y ecológica planetaria. Para Olabe se trata de un hondo problema cultural, de civilización, “un estar-en–el mundo propio de una civilización”, ya que si la desestabilización del clima no se reconduce de manera adecuada no será el planeta el que estará en peligro, sino nosotros, el conjunto de la humanidad. Hemos tenido una consecuencia y anticipo de ello en la pandemia de la COVID 19 que nos ha hecho comprender que la destrucción de la naturaleza tarde o temprano se vuelve sobre nosotros.
Hondo problema, síntoma fundamental de la civilización en este siglo, que resuena con el texto freudiano de Malestar en la cultura. Pero que por sus consecuencias nos hace pensar que no es ya tanto una cuestión de malestar en la cultura, sino de un impasse, que supone un cambio de paradigma de civilización y de las subjetividades implicadas en ella.
En tu libro planteas, que, si bien la ciencia ha hecho su aportación a la hora de explicar las causas de la crisis climática, sus consecuencias y su dinámica, la respuesta a la misma pertenece a un ámbito diferente…afecta al núcleo político y moral de nuestra sociedad.
Es decir, la respuesta a la crisis no podrá surgir tan solo del campo de la ciencia. Afecta a un ámbito diferente, al núcleo político y moral de nuestra sociedad. Es ahí que el psicoanálisis puede aportar a esta conversación su lectura de la crisis climática, articulada a los discursos contemporáneos.
Una pregunta se impone en primer lugar, si el riesgo es tan grave, tan desmesurado, que cuestiona la supervivencia misma del ser humano en el planeta ¿cómo entender la apatía, el desinterés cotidiano, con el que la humanidad convive con la crisis del clima?
La experiencia del psicoanálisis contradice las éticas y los saberes tradicionales, al encontrar en su experiencia que no es lógico suponer que el sujeto busca su propio bien, ya que lo que encuentra es que uno de los nombres del inconsciente, no el inconsciente como sorpresa: el de los lapsus, los sueños, los olvidos y el chiste, es decir el inconsciente de las formaciones del inconsciente, sino el inconsciente como ley, se encuentra en la coacción que este ejerce sobre el sujeto, se presenta para el sujeto mismo como cuerpo extraño en el síntoma, como la opacidad del síntoma. Es el sujeto que atenta contra sí mismo. Es la división del sujeto contra sí mismo. El psicoanalista está sumergido en la evidencia de la división del sujeto, que esta es constitutiva de la experiencia analítica en sí misma. Freud plantea la equivalencia psíquica entre el sujeto individual y el sujeto de lo colectivo, y por tanto este atentado contra sí se puede producir a nivel colectivo.
Encontramos una referencia sobre este punto que Lacan realizó en la clase XVIII de su Seminario La ética del psicoanálisis y que toma toda su actualidad tras las amenazas de ataque nuclear que realizó Putin, durante los meses de noviembre y diciembre, del año pasado.
Lacan relaciona los desarrollos teóricos de su seminario con la actualidad. Dice: “Me pareció esta mañana que no era excesivo comenzar mi seminario haciendo esta pregunta – ¿hemos pasado la raya? Lo hace porque aquel día de 1960 un avión de EE. UU. acababa de ser derribado sobre la URSS y existía el riesgo real de desencadenar una guerra atómica.
En esta clase Lacan plantea que el mundo de los bienes, de la estética, de la moral, enmascaran, son una frágil barrera que vela el objeto horrible que anima su deseo, eso de lo que el sujeto no quiere saber nada. Afirma:
“Todos se duermen en la muelle almohada de un eso no es posible (la guerra nuclear) –mientras que no hay nada que no sea tan posible, incluso esto es por excelencia lo posible. Es posible porque lo posible es lo que puede responder a la demanda del hombre y porque el hombre no sabe qué pone en movimiento con su demanda”.
Lo desconocido más allá de la raya es lo que en el hombre llamamos inconsciente, es decir, la memoria de lo que olvida. Y lo que olvida es aquello para lo cual todo está hecho para que no piense –la hediondez la corrupción, siempre abierta como un abismo– pues la vida es la podredumbre.
Lacan pone en relación esta interdicción a pensar en el objeto horrible que anima el deseo, más allá de la raya, con los textos “extravagantes”, dice, de Sade, que tomó ese año como demostración.
La formidable elucubración de horrores de marqués, “no es estrictamente nada al lado de lo que se verá efectivamente en escala colectiva, si el real desencadenado que nos amenaza estalla”. Dice que este real no será desencadenado por perversos, sino por burócratas, y que se perpetrará “según las reglas, los engranajes, los escalones, las voluntades doblegadas, abolidas, encorvadas, por una tarea que pierde aquí su sentido” (hay que recordar que el juicio a Eichmann en Jerusalén, que esta frase podría evocar, ocurrirá en 1963, tres años después). Esta tarea será la reabsorción de un “desecho insondable”. Objeto inmundo que es al mismo tiempo la marca de la dimensión humana, de la hominización del planeta.
Este no querer saber de las consecuencias de la dimensión humana, soporta esta presencia amenazante, cada vez más cercana, que hace que emerjan diversos modos de angustias junto con la creación de nuevos significantes amos para cernirlas: eco-ansiedad, solastalgia (angustia por las consecuencias del cambio climático o los desastres medios ambientales) o ecocidio, que dan cuenta de que el síntoma se afina en el discurso del Otro. Podemos pensar también los movimientos negacionistas, los movimientos anticiencia–como los califica Olabe- como una respuesta defensiva frente a esta angustia. La versión paranoica del surgimiento del virus de la COVID 19 de un laboratorio, no deja de ser una teoría del origen que pone a la ciencia como causa de la catástrofe.
Esto pone en primer plano de nuestra reflexión a la ciencia. Ya que todos estos efectos sobre el discurso de la comunidad están en relación a cómo esta se enfrenta a los efectos del discurso de la ciencia. En cierto modo parafraseando a Miller la conexión entre el continuo raudal de buenas y de malas noticias, en concreto de la ciencia, no se hace en ningún momento.
Lacan se distingue de Freud, -quien piensa que el malestar en la cultura se debe al discurso del amo- enlazando este malestar con el discurso de la ciencia. Para Lacan hay una cesura -por tomar el término que también tu utilizas para el cambio de paradigma de civilización-, un corte en la civilización, a partir del surgimiento del saber científico. Saber que suplantó, al amo antiguo, velándole que allí está su ruina.
A partir de este corte el amo ya no es el amo, el científico como sujeto lo suplantó. La ciencia es determinante hoy en la civilización. Los amos que se presentan son falsos amos no ordenan nada, el orden es el orden científico.
Newton es traducido al dominio de la ética por Kant. Traduce -como plantea Koyre- el fin del cosmos, el fin de la armonía natural posible para el hombre con su entorno, ubicando a partir de allí al hombre como sujeto de un universo infinito. Esta dimensión de infinito y el carácter acéfalo del significante en la ciencia nos conduce a referir la ciencia a la pulsión, e incluso a la pulsión de muerte, ya que en la aventura de la ciencia no se ocupa de las consecuencias que la ciencia tiene para el sujeto. Y ningún amo está en posición de dominar el trabajo acéfalo del significante una vez que fue lanzado.
Entonces, creo que tu propuesta de introducir el concepto de “límite”, al que dedicas el primer capítulo del libro: “límites ecológicos planetarios”, en primer lugar, permite hablar de crisis climática, imposible de entender sin este concepto, que ha posibilitado el desarrollo de todo un nuevo corpus conceptual y de un paradigma lingüístico: “Antropoceno, emergencia climática…etc.”. El límite es la razón del síntoma.
Asimismo, la propuesta de la política de la tierra parte de este paradigma de los limites ecológicos. Del que dices: “una segunda modernidad habría de incluir una comprensión renovada sobre las relaciones entre los seres humanos y la tierra, integrando en el modelo de desarrollo económico el paradigma de límites ecológicos planetarios.
La crisis climática y el creciente colapso de la diversidad biológica demandan la cesura simbólica de una era ecológicamente autodestructiva”.
Esta esta idea del límite, que aparece desde la ciencia misma, contradice el funcionamiento de estas pequeñas formulas lanzadas al mundo que nadie controla. También una gran parte del empuje a lo sin límite que encontramos en la subjetividad de época y que encuentra en la ciencia su único referente de autoridad.
La transición energética que propones como central. Sería encontrar la salida a los impases de la ciencia por la ciencia misma, pero ¿incluye la idea de reabsorber este “insondable desecho”, que es la marca de lo humano, lo que Lacan nombrará en Lituratierra como “polución” –dimensión de síntoma que va a encontrar la ciencia física? ¿Si es así sería pensar en la ciencia como sustituyendo a la autoridad de la providencia?
Para finalizar leeré una última cita de Lacan: “Basta con que una pequeña cadena significante comience a funcionar … para que las cosas continuasen, cual, si funcionasen por sí solas al punto que debemos preguntarnos si el discurso de la física, engendrado por la omnipotencia del significante, confinará con la integración de la Naturaleza o su desintegración”.
¿Dependerá esto de la subjetivación de lo que llamas el paradigma del límite ecológico?