Cambio climático, capitalismo, pulsión de muerte
Diálogo con Antxón Olabe a propósito de su libro: “Necesidad de una política para la tierra”.*
El libro que hoy presentamos “Necesidad de una política para la tierra”- así como el resto de sus escritos y toda su labor profesional, está causado por un deseo decidido de Antxón Olabe: “Implicarme en la respuesta a la crisis climática ha sido la misión de mi vida adulta. Y es que, para mí, la verdad más inquietante de todas es que la desestabilización del sistema climático se nos puede ir literalmente de las manos, adentrándose en un territorio muy peligroso para nuestro mundo. Y la posibilidad de dejar a nuestros jóvenes y a las generaciones venideras «un planeta en llamas» me estremece”1. Con un aliento poético, que contrasta con el tono más sobrio de otras partes de su libro, Antxón Olabe prosigue hablándonos “de su amor incondicional por todos los seres de esa casa común que llamamos la Tierra”2. Para alguien que tiene un amor tan incondicional por la Tierra, la amenaza de su destrucción no puede dejar de provocar una enorme inquietud, cuando no angustia, si bien es cierto que él no emplea esta palabra. Pero es esta inquietud la que le causa, la que le mueve a dedicar toda su vida a lo que él considera, con sobrada razón, la lucha decisiva de nuestro tiempo: la lucha contra el cambio climático provocado por el hombre, que amenaza con destruir todo rastro de vida en el planeta, incluida la de propia especie humana.
Para quienes, ante esta amenaza, la angustia se hace presente, la lectura de este libro produce un efecto de alivio. Alivio porque lo que este libro busca transmitirnos es que “no estamos predestinados a la catástrofe”3, que hay un margen para la esperanza. Una esperanza que no es un mero anhelar, sino que está fundada en un análisis concreto, riguroso, exhaustivamente documentado, de las complejas condiciones políticas y tecnológicas que harían posible, lo que no quiere decir que esté asegurado, poner un freno a la catástrofe que se avecina. Antxón Olabe busca situarse a tanta distancia del utopismo vacuo como de las posiciones catastrofistas que corren el riesgo de resultar paralizantes.
Como se sabe, el principal factor del calentamiento del planeta es la emisión de gases invernadero producidas por la combustión de las energías fósiles que, pese a las advertencias de la comunidad científica, no paran de crecer a un ritmo exponencial. A consecuencia de ello el cambio climático ya es irreversible. Si hay alguna posibilidad de escapar a la catástrofe final pasaría por no superar un cierto umbral, el de los 1,5, o en todo caso nunca más de 2 grados de aumento de temperatura. Estamos peligrosamente cerca de ese umbral, traspasado el cual, nos advierte Antxón Olabe, “el mundo se adentrará en un territorio ignoto, de consecuencias potencialmente catastróficas”4.
Hay dos razones, según Antxón Olabe, para confiar en que sabremos reconducir la situación. La primera, la voluntad de la mayoría de los países, que han formulado su aspiración a lograr la neutralidad climática a mediados de este siglo o poco después5. “El segundo proceso positivo, relacionado con el anterior ha sido el desarrollo masivo de las tecnologías renovables”6. El apoyo que han recibido por parte de las políticas públicas ha permitido que dichas tecnologías sean hoy día más coste-eficientes, por lo que la dinámica del mercado, a pesar de que el sistema fósil sigue representando la mayoría de la energía global, va a ir llevando a la transición energética.
Sabemos que no todos los investigadores comparten el optimismo de Antxón Olabe en las virtualidades positivas de las energías renovables7. En todo caso, lo que él tiene bien presente es que la tecnología, por sí sola, no es suficiente, es necesaria la política. Hay muchos intereses contrapuestos en juego que suponen un obstáculo muy serio a la sustitución de las energías fósiles por las renovables. Pero es imperativo lograr que la comunidad internacional realice cuanto antes esta sustitución, a fin de “reconducir al sistema climático a un valle de estabilidad en el que la humanidad pueda perdurar. Esa sería, nos dice Antxón Olabe, la principal función de la política de la Tierra”8.
Una política con mayúsculas pues no se trata de cargar de manera exagerada la responsabilidad de «salvar el planeta» a los ciudadanos de a pie. Antxón Olabe deja meridianamente claro que esa atribución de responsabilidad a las personas por su estilo de vida ha actuado como una cortina de humo para ocultar que la causa directa de la emergencia climática es el sistema energético fósil. No puedo no acordar con él en este punto. Es más, cabría añadir que las multinacionales dedicadas al reciclaje, a fin de proveerse de materias primas, no cesan de martillearnos con su machacón mandato superyoico “hay que reciclar”. El cual, además de culpabilizarnos porque nunca reciclamos lo suficientemente bien, quisiera hacernos olvidar que los responsables de los desechos contaminantes de los productos lanzados al mercado son sobre todo las empresas que los producen, no tanto los ciudadanos que los consumen. Sin embargo, al mismo tiempo, me parece difícil creer que somos totalmente inocentes en el asunto. Es claro que nuestro estilo de vida occidental, nuestro modo actual de gozar, basado en el consumo incesante de los objetos producidos por la técnica, que tiene como correlato esa emisión de gases invernadero, es el que nos ha llevado a esta tragedia que supone el calentamiento global. ¿Hasta qué punto somos responsables de ello? A este respecto quiero recordar que Lacan afirma que el sujeto siempre es responsable de su goce. Esto que es válido en el uno por uno de la clínica ¿puede también sostenerse en el ámbito de la política ecológica? Desde el psicoanálisis, como trataré de mostrar, tenemos razones para sostener que el cambio climático concierne al goce” interno” del sujeto, pero eso no anula en absoluto la responsabilidad “externa” de quienes detentan el poder y obtienen sus suculentas plusvalías gracias al sistema político- económico que lo alimenta. Pisamos aquí un terreno pantanoso de deslizamientos moebianos entre lo interior y lo exterior que merecería un debate en profundidad y sobre el que me gustaría poder conversar con Antxón Olabe y con ustedes.
De todos modos, en lo que acuerdo plenamente con Antxón Olabe es en que si las grandes economías no colaboran en la respuesta a la emergencia climática el resultado será catastrófico. Pero aquí reside un tercer factor, que puede ensombrecer a esos dos procesos positivos en los que Antxón Olabe cifra su esperanza. Se trata de la confrontación geopolítica entre las grandes potencias, la cual los lleva a instrumentalizar sus posicionamientos climáticos tomando decisiones que van en contra del clima. Es desde el convencimiento de que la respuesta a la crisis climática sólo prosperará si las principales potencias hacen de ello una prioridad internacional, que Antxón Olabe dedica una extensa parte de su libro a analizar el horizonte energético y climático de China, Estados Unidos, Rusia, India y la Unión Europea, potencias que son responsables de más de la mitad de las emisiones totales de gases de efecto invernadero9. Una virtud del libro de Antxón Olabe es su realismo, pues él no oculta los obstáculos que en el panorama internacional ensombrecen el horizonte, pero al mismo tiempo se esfuerza por mostrar que en función de sus intereses, varios países buscarán acelerar la transición a las renovables. No obstante, he de confesar que a pesar de la vía que trata de dejar abierta, la impresión que ha dejado en mí la lectura de este apartado de su libro dista de ser esperanzadora. A pesar de su interés por las renovables, China es un país que ha cimentado y continúa cimentando su despegue económico en el uso masivo del carbón, del petróleo y del gas. Por lo que hace a EE. UU., su posición es enormemente oscilante pues depende de quien ocupe la Casa Blanca, si el partido republicano o el demócrata. Finalmente, Rusia es un Petro- estado y como tal su economía es altamente dependiente de la explotación de los hidrocarburos. En realidad, la Unión Europea es la única gran potencia que presenta una trayectoria comprometida hacia el cambio climático. Europa, plantea Antxón Olabe, tiene una posición de liderazgo en la lucha contra el cambio climático y debería ejercer un papel persuasivo sobre los demás países para evitar una deriva climática de consecuencias catastróficas10. Pero- me pregunto- ¿ cómo podría hacer Europa para que sus principios se llevaran a cabo a nivel internacional? Europa no dispone de ningún poder ejecutorio, lo único que puede hacer es tratar de persuadir. ¿Siendo los intereses económicos y geoestratégicos tan fuertes, las virtudes de la persuasión no se adivinan demasiado débiles? ¿Y sobre todo demasiado lentas? Nada de cero emisiones antes de 2060 sostiene China, ¿pero acaso cuarenta años no son ya demasiado tarde?
Si la experiencia europea ocupa un lugar de vanguardia en la lucha contra el cambio climático es, plantea Antxón Olabe, porque Europa “ha conseguido disminuir de manera importante sus emisiones, un 25 por ciento respecto a 1990, mientras que su economía crecía un 62 por ciento”11. En ese sentido “la experiencia europea, nos dice Antxón Olabe ha sido concluyente en lo referente a que la disyuntiva real no es entre decrecimiento de la economía versus crisis climática, como defienden algunos círculos minoritarios”12. Es desde esta misma perspectiva que Antxón Olabe retoma uno de los debates clásicos, la cuestión del cambio climático y el capitalismo. Este debate dio título al libro de Naomi Klein13cuya tesis es que el capitalismo está en guerra contra el clima, pero Antxón Olabe sostiene que “el dilema capitalismo o clima es un falso dilema”14. En apoyo de su tesis subraya que no es casualidad que Naomi Klein no mencione ni una vez la posición de la Unión Europea durante el periodo 1990-2015 centrándose solo en la experiencia nefasta de EE. UU. ante el clima. “Al hacerlo confunde la parte con el todo”15, mientras que si hubiera incluido a Europa su argumentación se desmorona. “En definitiva-concluye Antxón Olabe-el dilema no es capitalismo o clima, sino energías fósiles versus neutralidad climática”16 No se puede negar la necesidad de sustituir las energías fósiles por las renovables, y que en eso Europa abre una vía, como plantea Antxón Olabe, pero de ahí a concluir que el dilema capitalismo o clima es un falso dilema hay un cierto un salto en el vacío que personalmente no comparto. Con el fin de destacar, desde la perspectiva psicoanalítica, algunos puntos que puedan dar pie a un debate posterior, voy a centrarme en el resto de mi comentario en exponer cual es mi posición respecto a una afirmación tan contundente. Es una posición- lo admito-en la que me encuentro francamente dividida entre el acuerdo y el desacuerdo.
Si hay un rasgo que define al capitalismo es el sin límite. Siempre más y más producción, más y más consumo para generar más y más plusvalías. Es un hecho que el capitalismo produce cada vez más y más desechos. Están los desechos que producimos con el consumo llevado al sin límite por la obsolescencia programada. Están los desechos de CO2 vertidos en el basurero en que hemos convertido la atmósfera. Pero no solo solo están esos desechos que han alterado lo real del clima y de la naturaleza. Hay también el real de la vida cotidiana de todos aquellos que en la globalización capitalista han quedado al borde del camino. Uno de los efectos del capitalismo actual es una creciente melancolización donde a muchos seres humanos se les empuja a una identificación con el desecho17. Entre ellos, aunque no sólo, está esa posición de desecho a la que reducimos a los emigrantes que vienen a las fronteras de los países desarrollados, huyendo de las hambrunas y las sequias provocados por el cambio climático. Un cambio, según algunos, generado no por la acción de la Humanidad en general, como da a entender el termino Antropoceno, sino por la acción de unos hombres muy concretos, los hombres del capitalismo. Es por eso por lo que ciertos autores, como Malm, proponen sustituir el término “Antropoceno” por el de “Capitaloceno”.
Es cierto que no sólo el capitalismo ha sido el responsable del desastre ecológico. Los países del llamado socialismo real fueron tanto o más ecocidas. En ambos casos la dominación científico- técnica de la naturaleza, la explotación sin límite de sus recursos, y un empuje imparable hacia la industrialización a toda costa, especialmente la militar y espacial en el caso de los países socialistas, ha tenido idénticas consecuencias. Más allá de la cuestión capitalismo- socialismo, hay algo en el modo de funcionamiento de la propia ciencia que puede tener efectos letales para el ser humano y para la naturaleza. La ciencia- como tal- encarna la voluntad de saber a toda costa, sin límites, sin detenerse ante los efectos –armas nucleares o biológicas – que puedan derivarse de esta búsqueda insaciable de saber. Esto le llevó a Lacan a afirmar que la ciencia, pese a su utilidad para la condición humana, es un vector de la pulsión de muerte18 . Pero volviendo a la cuestión del capitalismo, este no puede ser pensado sin su alianza con el discurso científico- técnico y es así como en el capitalismo confluyen, por así decirlo, dos empujes al sin límite: el del capitalismo y el de la ciencia.
Que el capitalismo que hemos conocido hasta ahora con su uso de las energías fósiles ha provocado el cambio climático no es algo por supuesto que Antxón Olabe ignore. Pero su idea es que el capitalismo actual es compatible con el clima pues las propias empresas ven en las renovables una posibilidad de aumentar beneficios. Sin embargo, esta compatibilidad tiene demasiadas grietas como para sostener que el problema ya no es el capitalismo. No sólo la inmensa mayoría de países siguen basando su economía en los combustibles fósiles, sino que la industria petrolera, con los beneficios obtenidos por la crisis energética provocada por la guerra de Ucrania, tiene proyectado invertir en la construcción de 24.600 kilómetros de oleoductos, es decir el equivalente a dar la vuelta al planeta para transportar combustibles fósiles19 . ¿Cómo se explica esto, en un mundo que debería ir hacia la neutralidad climática, si no es porque la mayoría de las empresas siguen viendo ahí todavía una fuente inmensa de plusvalías y no están dispuestas a renunciar a ellas? El propio IPCC20 en un borrador filtrado en 2021, que dio la vuelta al mundo, recoge la advertencia de varios científicos de que “el cambio climático está causado por el desarrollo industrial de la sociedad capitalista y que esta es insostenible, en última instancia21. Sin entrar en el debate del capitalismo, en un reciente artículo del Pais Cristina Monge nos advierte de que hoy hay dos grandes enemigos contra el clima: el retardismo y la especulación. La especulación y las malas prácticas “están irrumpiendo con fuerza en las empresas encargadas de desplegar las renovables que ven en ellas las mismas posibilidades de pelotazo que antes vieron en el ladrillo”22 . El retardismo triunfa en todas las cumbres del clima y hasta en la propia Unión Europea. Si en el contexto de la guerra de Ucrania, Alemania tiene que recurrir al carbón, el más contaminante de las energías fósiles, es porque tanto ella como otros muchos otros países europeos venían basando su riqueza en el gas barato procedente de Rusia, y fueron retrasando la imprescindible transición energética. Pero ¿ cómo se explican la especulación y el “retardismo”, que, como muy acertadamente advierte Antxón Olabe, es la forma más sutil y peligrosa del negacionismo climático, si no es por esa mezcolanza de inercia y búsqueda de rentabilidades máximas, que juntas trabajan para asegurar el funcionamiento del sistema capitalista.
Sin embargo, el capitalismo no es el único responsable de este proceso de destrucción cuyo último avatar es el cambio climático.¿Cómo podemos concebir que una especie de animales hablantes esté destruyendo todo aquello que constituye su propio hábitat, poniéndose ella misma al filo de su propia desaparición, sino siguiendo la hipótesis freudiana de la pulsión de muerte? “Ninguna otra especie conoce el suicidio ni la destrucción de su propio hábitat”23. En “Más allá del principio del placer” y en “El Malestar en la cultura”, escrito pocos años antes del advenimiento del nazismo, Freud sostiene que no es cierto, como se cree, que el ser humano esté movido por la búsqueda del bien, la felicidad, o el placer. Por el contrario, hay en él un impulso hacia la búsqueda de una satisfacción sin límites que lo empuja más allá del principio del placer y acaba conduciéndole a su propia autodestrucción y a la de sus semejantes. Un ejemplo bien evidente de ello en la clínica es el campo de las adicciones. A este empuje a buscar una satisfacción más allá del principio del placer es a lo que Freud termina por llamar pulsión de muerte. La pulsión de muerte se ejerce, como una banda de moebius, tanto hacia dentro, hacia el interior del sujeto, como hacia afuera, hacia las relaciones con sus semejantes. De ello testimonian las guerras, tan antiguas y recientes, véase la guerra de Ucrania, como la humanidad misma. Pero la guerra es sólo uno de los rostros de la pulsión de muerte. Si Freud hubiera vivido hoy, no habría dudado en hacer del cambio climático una de las manifestaciones de la pulsión de muerte, quizás más grave y profunda que la de la guerra misma24. En realidad, la pulsión de muerte ejerce su dominio sobre todas las esferas de la vida humana y de la civilización. El psicoanálisis permite descubrir que existe una vinculación entre el capitalismo y la pulsión de muerte y esclarecer el porqué de este nexo. En ambos- capitalismo y pulsión de muerte- lo que está en juego es un “sin límite”. A partir de las consideraciones de Lacan se puede sostener que el sin límite de la pulsión es debido al efecto del lenguaje en el ser humano. A causa del lenguaje que lo constituye como tal, el ser humano ha quedado afectado por una pérdida originaria: la pérdida del goce natural de la vida. El lenguaje tiene un efecto de mortificación y de desnaturalización. Una de las principales manifestaciones de esta desnaturalización es la pérdida del instinto en el ser hablante. A diferencia del instinto animal, que busca un objeto para satisfacer sus necesidades biológicas – y lo puede encontrar-, la pulsión en el ser hablante no tiene un objeto que le sea natural y propio y así nunca puede encontrar un objeto que le satisfaga plenamente, de ahí su carácter insaciable. La pulsión intenta tapar este vacío de goce fundamental con toda suerte de objetos, que Lacan designa con el término de “objetos plus de goce”, pero el agujero del goce se renueva sin cesar. Se establece así un circuito pulsional pérdida de goce- recuperación de goce a través de objetos plus de goce- renovación de la pérdida, que relanza sin cesar la búsqueda de una satisfacción imposible de alcanzar.
Pues bien, esta economía de la pulsión basada en la pérdida de goce y el objeto plus de gozar es la que nos aclara, según Lacan, el funcionamiento de la economía capitalista. El soporte de la plusvalía de Marx- sostiene Lacan- es el plus de gozar. La economía capitalista ha elevado al zenit el objeto plus de goce, se basa en la producción extensiva, sin límites de objetos lanzados al mercado que bajo el señuelo de colmar la falta de goce no hacen sino renovarla. Por supuesto que la pulsión de muerte, que como precisa Josep María Panés, no es otra cosa que» la manifestación de la pulsión librada a su propio empuje, sin límite ni regulación alguna”25, no es algo que se haya inventado el capitalismo. Pero la pulsión de muerte tiene una historicidad. La gran “astucia” del discurso capitalista es la de servirse como ningún otro del sin límite, de la búsqueda insaciable del goce inherente a la pulsión de muerte, elevándola a su a su zenit, a su máxima potencia. Mientras en las sociedades tradicionales el discurso del amo regulaba las relaciones entre los seres humanos estableciendo un cierto límite a la búsqueda insaciable del goce, estableciendo lo que está permitido y lo que no está permitido en cuanto al goce y a las modalidades de satisfacción, en el discurso capitalista esta barrera al goce ha desaparecido, está forcluida llega a decir Lacan. “El asunto climático es pues un asunto de discurso: es el levantamiento del límite, inscrito en el discurso del amo lo que explica (…) el desencadenamiento productivista”26.
El efecto del discurso capitalista en el sujeto es la extensión de lo insaciable. Se ha instalado así en la subjetividad contemporánea una modalidad del superyó cuyo imperativo es, producid sin límites, consumid sin límites, gozad sin límites, todo ello por supuesto yendo a favor de la obtención de plusvalías sin límites. “La civilización occidental moderna es maniaca, atravesada por un delirio de omnipotencia”27. Pero este delirio de omnipotencia, este rechazo forclusivo de cualquier límite en el discurso capitalista ha terminado por retornar como catástrofe en lo real del cambio climático. El gran desorden terrestre ante el que hoy nos encontramos es, sin duda, como nos advertía Stephen Hawking28, “el momento más peligroso en la historia de la humanidad” pero hay que añadir que este es el resultado de los modos de gozar del sujeto contemporáneo. De ahí que por muy imprescindibles que sean las innovaciones tecnológicas y energéticas dirigidas hacia la descarbonización de la producción, creer que basta con ellas, sin interrogarse sobre nuestros modos de gozar, sea una solución insuficiente si no engañosa.
Lacan era francamente pesimista en cuanto a la posibilidad de una salida del capitalismo y ello porque el capitalismo no es solo un sistema de producción, sino un discurso, esto es, un lazo social fundado en un modo de gozar de los seres hablantes. Y este modo de gozar es algo muy difícil sino imposible de cambiar, pues hunde sus raíces en el funcionamiento mismo de la pulsión. En este sentido “es tramposo denunciar el empuje a gozar del capitalismo si se oculta que ese gran incendio satisface en el sujeto la pulsión que aspira a su propia destrucción”29
Pero al mismo tiempo la necesidad de un cierto límite a este modo de gozar se hace evidente. Puede decirse, como señala Clotilde Léguil, que “el discurso de la ecología tiene su raíz en la angustia frente a las consecuencias del goce en el ser humano. En la raíz de la lucidez ecológica está la preocupación de poner un freno a la exigencia ilimitada de explotación de los recursos de un medio que se revela frágil”30. Este límite no va venir por las prohibiciones del amo antiguo, ni tampoco habría que buscarlo en las de un nuevo amo vestido con los ropajes de un autoritarismo ecológico, sino que es un límite que quizás se acabe imponiendo, no es seguro, por el deseo de seguir vivos. Y así por la fuerza de este deseo, ante la evidencia de la catástrofe, quizas nos veremos empujados a restaurar seriamente, -es decir sin vacilaciones ni postergaciones- la función del límite, regulando lo que podemos hacer a la Tierra y lo que esta puede soportar.
Hemos sobrepasado ese límite y ahora la Tierra – por emplear el término sólo aparentemente mítico de Lovelock- se “venga” de nosotros provocando toda suerte de desórdenes en lo real. Un real que antaño entendíamos como una Naturaleza opuesta a la Cultura y que considerábamos como algo meramente pasivo, a disposición de la voluntad humana de dominio. Esto hace que algunos autores, cuestionen hoy esta antropología dualista y consideren que la noción misma de Naturaleza se ha vuelto obsoleta. “Lo que queda es una zona donde la cultura atraviesa moebianamente la naturaleza” pero sin barrera protectora que asegure nuestra subsistencia31. Esto es un punto que me interesaría especialmente retomar en el debate. Pero de un modo u otro se hace necesario restaurar la función del límite, lo que conllevará la necesidad de realizar ciertos cambios en nuestro modo de vivir y de gozar.
Que Lacan fuera muy pesimista en cuanto a la salida del capitalismo no quiere decir que el capitalismo sea eterno. “El discurso capitalista juega con dos trampas: hace espejear la ilusión de que el vacío del goce que causa el deseo se puede taponar con el empuje a tener y una propensión a hacer olvidar el coste geofísico y social de la destrucción necesaria para producir estos famosos objetos de la técnica”32. Es una dificultad del discurso ecologista el no ser entendido como un discurso de la renuncia, como el advenimiento de las” penas del gozar “. Entonces hay que tener presente que las restricciones a asumir para sostener la neutralidad del carbono dentro de unas escasas décadas y en general a la sostenibilidad de la vida en la tierra “no afectan a la causa del deseo sino a la futilidad de los objetos que pretenden satisfacerlo”33. El error del discurso capitalista es confundir esos objetos plus del goce, lanzados sin cesar al mercado, con la causa del deseo y creer que sin esa proliferación de objetos el mundo sería un desierto gris, apagado , sin deseo. Como dice Lordon: “El error capitalista es haber tomado el deseo de mercancías por el deseo a secas”34. Pero la pulsión no tiene un objeto propio, por tanto, no está excluido que algunas otras modalidades de vivir y de gozar, distintas del consumo incesante de esos objetos de la técnica programados para volverse obsoletos cuanto antes, no puedan venir a alojarse en el vacío de la pulsión que causa el deseo.
En todo caso, hoy por hoy, no se ve salida al capitalismo, y por eso acuerdo con Antxón Olabe en que el dilema capitalismo o clima es un dilema, no exactamente falso, pero sí inoperante desde el punto de vista pragmático, al menos en el corto o medio plazo. Suponiendo que fuera posible y que lo deseáramos, no tenemos el tiempo que haría falta para salir del capitalismo. Es muy cierto el chiste de que antes veremos el fin del mundo que el fin del capitalismo. La noción de urgencia es esencial y ello implica a mi juicio dos perspectivas. Por un lado, la cuestión eco-social que atravesamos es tan desesperada, que no se puede pretender intervenciones político-ecológicas en un mundo post-capitalista que aún no existe: hemos de empezar haciendo lo que cabe hacer dentro del marco sociopolítico existente. Es la perspectiva de Antxón Olabe con la que no puedo no acordar. La segunda faceta vendría a poner de relieve la insuficiencia de la primera. Porque un ecologismo consecuente, con las profundas implicaciones que tendría en cuanto a la necesidad de introducir ciertos cambios en nuestro estilo de vida y ciertos límites en nuestro actual modo de gozar, sólo podría implementarse en otro tipo de lazo social que, con un término inevitablemente impreciso , sólo cabría designar como post capitalista .
¿Pero deseamos realmente poner este límite? Es innegable que en el cambio climático anida una voluntad de goce mortífero. En un sentido no se puede negar que algo quiere en nosotros el fin del mundo, pero no estamos obligados a desearlo35. La experiencia de un análisis permite no estar obligados a gozar de aquello que nos daña. A través de ella el sujeto” aprende” a poner un límite al goce mortífero que le aplasta abriéndose al deseo. Sólo el deseo viene a poner un límite a la pulsión de muerte transformándola en otra cosa, en un modo de gozar más compatible con la vida36. Pero la experiencia analítica es uno por uno y, en ese sentido, su capacidad para producir cambios a gran escala es más que limitada. No obstante, el psicoanálisis, como Freud apuntó en” Psicología de las masas”, tiene una dimensión más allá del uno por uno, pues lo individual no deja de anudarse con lo colectivo y viceversa. Los psicoanalistas sabemos que el” uno por uno” no es sin los otros. Es cierto que quizás algunos estemos más desesperanzados que nuestro autor, pero no menos angustiados, y la angustia señala en una dirección: con esperanza, sin esperanza y aún contra toda esperanza, hay que actuar. Actuar con todo tipo de iniciativas, desde la esfera de la macro política a las micropolíticas, pasando por la escritura de textos tan imprescindibles como el que hoy presentamos. Ello no con la pretensión de que la humanidad retorne a un mítico Edén de fusión armoniosa con la naturaleza, ni tampoco con la de revertir la degradación que ya se ha producido en la biosfera y que es irreparable, sino para tratar de poner un dique al ascenso de la pulsión de muerte que hoy avanza de una manera exponencial, bajo la forma de un cambio climático que no cesa de acelerarse.
En el “Malestar en la cultura” Freud concluye con una pregunta acerca del destino de la especie humana: “Nuestros contemporáneos han llegado a tal extremo en el dominio de las fuerzas elementales que con su ayuda les sería fácil exterminarse mutuamente hasta el último hombre. Bien lo saben, y de ahí, buena parte de su presente agitación, de su infelicidad y de su angustia. Solo nos queda esperar que la otra de ambas “potencias celestes”, el eterno Eros, despliegue sus fuerzas para vencer en la lucha con su no menos inmortal adversario. ¿Más quién podría augurar el desenlace final?”37. Esta pregunta conserva toda su actualidad, pero hay algo que- hoy-se echa de menos en ella: la función de la prisa. Si la prisa no nos empuja a actuar, la pregunta que Freud dejó abierta, pronto, muy pronto, tendrá su respuesta. Un nuevo significante, que escuchamos repetidamente en los escritos de Antxón Olabe, ha surgido en el contexto actual de la amenaza que supone el cambio climático: “el retardismo”. Es un significante que nombra, de manera extremadamente precisa, la forma más silenciosa y más extendida que toma hoy la pulsión de muerte. Frente a la inercia de la pulsión, frente al retardismo, solo la urgencia del deseo podría impedir el triunfo del mal absoluto.
Notas:
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Olabe, A. «Necesidad de una política de la Tierra». Barcelona, Galaxia Gutenberg, 2022, p. 15 en edición digital Kindle para Tablet posición 140. ↑
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Ibidem. ↑
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Véase Entrevista a Antxón Olabe* realizada por Esther Peña. “No estamos predestinados a la catástrofe”. Blog Zadig España 1 septiembre, 2022. ↑
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Olabe, A. Op. cit., p. 37 en edición digital Kindle para Tablet posición 404. ↑
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Olabe, A. Op. cit., p. 23 en edición digital Kindle para Tablet posición 233. ↑
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Olabe, A. Op. cit., p. 24 en edición digital Kindle para Tablet posición 240. ↑
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Véase Turiel, A. «El otoño de la civilización», Ed. Escritos Contextarios. Impreso en España 2022 y Petrocalípsis . Versión digital Kindle. También Valero, Antonio y Valero, Alicia. «Thanatia». Los límites del planeta, Navarra, editorial Icaria,2021. Respecto a los daños ambientales y en particular contra la biodiversidad que pueden suponer las renovables, véase El País 14 enero 2023. ↑
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Olabe, A. Op. cit., p. 56 en edición digital Kindle para Tablet posición 708. ↑
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Consúltense a este respecto la segunda parte del libro “Rivalidad estratégica y crisis climática. La posición de las grandes potencias” pp. 107 a 201 en edición digital Kindle para Tablet posición 1430 a 2989. ↑
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Véase Olabe, A. Op. cit., p.195 en edición digital Kindle para Tablet posición 2810. ↑
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Olabe, A. Op. cit., p. 192 en edición digital Kindle para Tablet posición 2765. ↑
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Ibidem. ↑
-
Klein, Naomi. Esto lo cambia todo. El capitalismo contra el clima. Barcelona, Paidós, 2015. ↑
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Olabe, A. Op. cit., p. 96 en edición digital Kindle para Tablet posición 1289. ↑
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Olabe, A. Op. cit., p. 96 en edición digital Kindle para Tablet posición 1296. ↑
-
Olabe, A. Op. cit., p. 98 en edición digital Kindle para Tablet p. 1327. ↑
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Véase Briole, G. « La dignité du déchet » en Revista Mental, nº 46, pp. 148-149. ↑
-
Confer Miller, J.-A. Le Banquet des analystes, cours du 29 Novembre, 1989, inédit. ↑
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Granados, Oscar. “Oleoductos que dan la vuelta al mundo”. El País, 14 diciembre, 2022. ↑
-
IPCC siglas en Inglés del Panel Intergubernamental del Cambio Climático. El IPCC es un organismo en el que los científicos de todo el mundo, de diferentes áreas del saber, colaboran voluntariamente en uno de los esfuerzos de cooperación internacional más serios que existen. ↑
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Sobre el segundo borrador del IPCC véase Bordera, J. y Turiel, A. “El otoño de la civilización». Escritos contextatarios, 2022, p.49. ↑
-
Monge, C. “Retardismo y especulación contra el clima”. El País, 3 enero. 2023. ↑
-
Dessal, G. Changement climatique et inmuabilité du discours. Revista Mental, nº 46, p. 105. ↑
-
Confer Laurent, E . L’angoisse du savant et son symptôme écologique. Revista Mental, nº46, p. 25. «El cambio climático abre una dimensión que el efecto de las armas nucleares velaba. Muestra más allá de la guerra que es la actividad humana como tal la que genera la destrucción. El Antropoceno es la puesta en evidencia de la pulsión de muerte en el seno de la actividad humana informada por la ciencia en todos sus aspectos”. ↑
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Confer Panés, J.M. Sur le changement climatique : ¿le moment de conclure ? Revista Mental, nº46, p.129. Chul. ↑
-
Hoormaert, G . Ordre des ordures. Mental, pp. 51-52. ↑
-
Wilkin, S. Entre utopie et cynisme : une pragmatique de la pulsion de mort. Mental 46, p. 118. ↑
-
The Guardian, 01-12-2016, Cit por Olabe, A. Op. cit. 35. Edición digital Kindle para Tablet posición 368. ↑
-
Wilkin, S . “Entre Utopie et cynisme : une pragmatique de la pulsion de mort » Revista Mental, nº 46, p. 121. ↑
-
Léguil, C. Insondable toxicité de l’humanité. Mental, nº 46, p.41. ↑
-
Entre estos autores sobresale en el campo de la filosofía Bruno Latour, en el de la antropología Philippe Descola. En el psicoanálisis Confer : Hoormaert. Op. cit., p.54. ↑
-
Adam, R . Réflexions sur la fin du monde. Mental, nº46, p.38. ↑
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Ibidem. ↑
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Lordon, Frederic: «El capitalismo o el planeta o el planeta». Madrid, Errata. Naturae, 2002, p.181. ↑
-
Confer: Caroz, G. “El fin del mundo tú lo quieres, pero no estás obligado a desearlo”. L’Hebdo, nº 212, juillet, 2020, disponible en Internet. cit. Hoormaert, op. cit., p.53. ↑
-
Confer : Léguil, C . “Insatiable toxicité» Mental, 46, p. 45. ↑
-
Freud, S. «EL Malestar en la cultura». En O. C. Madrid, Biblioteca Nueva. T. III, 1973, p.30679. ↑