Cursus de la BOL Bilbao
Una lectura de Kant con Sade

Esta cuarta escansión sobre la cuestión del superyó, que hoy nos convoca en el Cursus de la Biblioteca, propone una lectura, un breve trabajo, sobre el Escrito de Lacan: Kant con Sade, que sin duda merecería una elaboración más exhaustiva y continuada de lectura, dada su complejidad, la enorme cantidad de referencias que Lacan cita o alude, y la importancia de este escrito, poco comentado, pero que sin embargo da cuenta de la política de Lacan1.

En primer lugar, quisiera recordar cuestiones que han sido mencionadas por otros colegas y que marcan el hilo del trabajo que hemos venimos realizando sobre esta noción paradojal.

Para Freud el superyó es uno de los nombres del inconsciente, en la medida en que el sujeto se presenta a sí mismo dependiendo radicalmente del inconsciente. El superyó no es el inconsciente como sorpresa, el de las formaciones del inconsciente. Sino el inconsciente como ley. (Insensata por imposible de realizar, del capricho u oracular2, sí, pero ley).

Ley que daría cuenta de la coacción que el inconsciente ejerce sobre el sujeto, de aquello que se presenta para el sujeto mismo como cuerpo extraño en el síntoma, como la opacidad del síntoma. En este sentido, el superyó expresaría una faz de regularidad del inconsciente, no su faz irruptiva, imprevisible. Este cuerpo extraño, esta coacción, de la que el sujeto se presenta a sí mismo dependiendo, a la que se apega, y que lo divide, implica la idea de que no es lógico suponer que el sujeto busca su propio bien.

Un paciente acude porque por segunda vez le acontece lo que llama un ataque de pánico: no puede parar de llorar. La primera vez que le ocurrió había alojado en su casa a su primo, que se estaba divorciando, y a los hijos de este. Lo que iba a ser cosa de unas semanas se alargó un año. En aquel tiempo tenía a una amiga muy grave convaleciente de un cáncer y la noche del primer ataque no le envió un whatsapp de buenas noches como hacía cada noche. La segunda vez que el llanto le avasalló ocurrió cuando, tras unas primeras citas ilusionantes, esa posibilidad de establecer una pareja rompe con él. “Yo siempre ayudando a los otros, no puedo dejar de hacerlo”. Cuando habla con su madre de que el primo lleva mucho tiempo en casa, la madre le dice: que más te da, aguanta, si total estás solo. Lo que le enfadó mucho.

Se vislumbra, tras del sinsentido que el ataque de llanto supone para este sujeto, una ley de hierro: aguanta, que el sujeto sitúa en el campo del Otro y que estaría en la raíz del síntoma, el síntoma como aquello que el sujeto no puede dejar de hacer: ayudar a los otros, al precio del olvido de sí.

La tesis durante dos mil años de tradición, anterior a Freud, es que cada uno quiere su bien. Habría una positividad en la vida por la cual nadie es voluntariamente malo. Sin embargo, se hacen muchas cosas en contra del

propio contra sí… Bajo esta perspectiva, estas acciones contra sí se considerarían errores, hechos accidentales, que se podrían ordenar mediante los buenos hábitos, por ejemplo. Esta vía aparentemente innovadora y tan actual, no deja de ser la lógica aristotélica de la Ética a Nicómaco y medieval3, que no considera que ninguna perversión tenga una positividad. Todo su problema es cómo alguien puede querer algo más que su bienestar4.

Este es el corte epistémico y ético fundamental que introduce en la civilización el psicoanálisis. El superyó implica en psicoanálisis el cuestionamiento del Bien como valor y por esta razón introduce una ética que no sería la del bien. A eso se debe que Lacan haya dedicado su séptimo seminario a La ética del psicoanálisis.

El escrito en el que Lacan habla del superyó, aun cuando la palabra apenas aparece en el texto, es Kant con Sade. En él Lacan reescribe cuestiones que ya abordó en el Seminario VII5, pero también aborda otras nuevas ya que este escrito es también “el paradigma lacaniano respecto al fantasma6, es decir, es el escrito dedicado a la construcción del fantasma que Lacan realiza a través de la obra sadiana7.

Si el superyó, como ya hemos dicho, se articula con lo opaco del síntoma, también conviene recordar la relación del superyó con el campo del fantasma, del que el artículo freudiano Pegan a un niño, es el texto prínceps.

El fantasma adquirirá un lugar determinante en la enseñanza de Lacan, hasta ser en sus seminarios 14 y 15 la clave del pase. Si, a partir de lo que llama lógica del fantasma, elabora el fin de análisis como pase, es porque escogió en Freud el concepto de fantasma como el lugar donde se cruzan el lenguaje y la satisfacción, el sujeto de la palabra y el objeto de satisfacción, ya que el fantasma freudiano es primeramente una frase: pegan a un niño, también es una escena y al mismo tiempo es una condición de goce8.

Sin embargo, Lacan aborda la cuestión no a partir de su clínica, que es como Freud lo hizo, sino a partir de dos obras: una filosófica y otra literaria.

Para Lacan, Kant, es un punto de viraje9 de crisis10 de la formalización de los principios éticos efecto de la ciencia, en relación a dos mil años de concepción de las éticas tradicionales. “La ética kantiana surge en el momento en el que se abre el efecto desorientador de la física, llegada a su punto de independencia en relación a das Ding, al Das Ding humano, bajo la forma de la física newtoniana”11. El deseo de Kant era realizar una ética cuyo modelo fuera la ciencia. Hemos de recordar como Kant llama a Rousseau el Newton del mundo moral12.

Esta moral que Kant propone ha de desprenderse de toda referencia a un objeto patológico. Ningún objeto de una pasión, o emoción, cualquiera sea, debe de entrar como tal en la definición moral. Esto se concreta en la fórmula bien conocida de Kant: “Haz de modo tal que la máxima de tu acción pueda ser considerada como una máxima universal”. De tal manera que la buena voluntad se plantea como exclusiva de toda acción benéfica, lo cual marca la subjetividad contemporánea13.

La referencia de Lacan a esta máxima es freudiana, ya que Freud, reconoce y cita el imperativo moral kantiano, relacionándolo con el superyó, en sus textos “El yo y el ello” y “El problema económico del masoquismo”. En este último Freud afirma: “el imperativo categórico de Kant es la herencia directa del complejo de Edipo14. Es el nombre que da al superyó.

La operación de Lacan será utilizar a Sade, su literatura es una suerte de antimoral15, para situar la verdad que Kant esconde.

Durante los años 50, Jean Jacques Pauvert –estudioso y biógrafo del Marqués- realizó una primera edición de la obra de Sade en Francia, parecida a una edición clandestina, que hasta entonces era la única que existía. En los años 60 otro editor, Jean Paulhan, sostiene el proyecto de reunir la obra de Sade en una gran edición en el Circulo del libro precioso, con volúmenes negros, en bello papel, presentada por grandes intelectuales franceses de la época, Angelo Hesnard, Maurice Heine, Pierre Klossowski.

Es en este contexto que Lacan, en septiembre de 1962, escribe Kant con Sade. El curso anterior ha dictado su seminario sobre la identificación. Su escrito estaba destinado a servir de presentación del tercer volumen de las obras completas del marqués, dedicado a “Justine” y “La filosofía en el tocador”. Sin embargo, su texto no fue aceptado por el editor quien lo juzgó ilegible. Más tarde fue rechazado por la Nouvelle Revue Francaise, la mayor revista de literatura francesa de la época. Finalmente fue publicado en abril de 1963 en la revista Critique, fundada por George Bataille, y cuyo director en aquel momento era su cuñado Jean Piel.

Esta serie de rechazos, son un ejemplo, dice Miller, de la dificultad de situar los fantasmas a nivel social, donde los síntomas se sitúan mucho más fácilmente ya que constituyen el propio orden social. Lo que resuena con la formación de Lacan: ”los fantasmas…en cierto límite no soportan la revelación de la palabra”16. Volveré sobre esto.

La ausencia de toda referencia a un objeto patológico en la máxima kantiana es leída por Lacan como que dicha ley no tiene otra esencia que la significante17 y carece de objeto fenomenal18. La máxima no tiene objeto es dice, kerigma, anunciación, un puro matema, en cierto modo una formulación lógica. Ya que cuando hay un objeto particular de una pasión o una emoción no se puede dar una regla universal de la acción humana. Es el rechazo radical de lo patológico y la formalidad de la ley sin ninguna referencia a ningún objeto particular. Sin embargo, Lacan señala que esta máxima hurta su objeto19.

Si la ley articula significante y deseo. Lacan utilizará a Sade para situar el objeto que el imperativo kantiano esconde. Sade pone de relieve el campo del goce, el derecho al goce, convertido en máxima universal. Es la voluntad de goce bajo la forma de objeto, lo que Sade expone, la verdad que falta en Kant.

Lacan nos recuerda como siete años después de la Crítica de la razón práctica aparece La filosofía en el tocador de Sade. En esta obra, el marqués nos propone otra máxima universal de nuestra conducta. El imperativo sadiano dice así: “Tengo derecho a gozar de tu cuerpo, puede decirme quien quiera, y ese derecho lo ejerceré, sin que ningún límite me detenga en el capricho de las exacciones que venga en gana saciar en él” 20.

Al eliminar Sade, como Kant, cualquier elemento sentimental de la moral, cualquier objeto patológico, al hacerlo, convierte su máxima en el envés de la máxima kantiana y su caricatura21 –dice Lacan. Por tanto, una de las posibilidades de la ética que Kant propone podría ser el imperativo sadiano 22.

Kant en la Critica de la razón práctica admite que llevar a cabo su máxima puede producir dolor23. Es decir, admite un correlato sentimental de la ley moral en su pureza: el dolor. En suma, Kant está de acuerdo con Sade. “Para alcanzar Das Ding y abrir todas las compuertas del deseo, lo que nos muestra Sade es el dolor, el del prójimo y el del propio sujeto, pues en este caso son una única y misma cosa24.

Y lo que le da su lado maniaco, irrisorio, que produce malestar, de las construcciones noveladas de Sade es comparable a la dificultad para nuestros neuróticos, dice Lacan, de la confesión de algunos de sus fantasmas 25.

Sirva como ejemplo la feminista que tiene la fantasía de ser golpeada por varios hombres que luego, en contra de su voluntad, gozan de su cuerpo. Esa fantasía no hace de ella una masoquista, pero puede ser la causa de un sufrimiento en la vida, dada la oposición de los ideales con que pretende construir su vida y este fantasma.

Según Freud, la fantasía es el más escondido de los tesoros, muy diferente de los síntomas. El sujeto habla con facilidad de sus síntomas. Desde el inicio la trama de la experiencia del análisis es una lamentación sobre el síntoma. Cuando el sujeto se acerca al punto límite donde la fantasía se vincula al goce, hay una reticencia muy grande del sujeto 26.

Una de las operaciones que Lacan realiza en el Seminario de la Ética es trasladar Das Ding, cuyo carácter es absoluto, no dialectizable, a lo simbólico, es decir al imperativo categórico, al superyó27. Dos años más tarde, en septiembre de 1963, con el escrito que ahora comentamos: Kant con Sade, y justo antes de iniciar su seminario sobre la angustia28, donde aborda la formalización del objeto a, Lacan realiza el esfuerzo de formalización del fantasma a partir de la construcción del fantasma sadiano.

Por qué, porque desde la perspectiva del inconsciente no hay un axioma que rija la conducta de modo universal. Pero cuando hablamos del fantasma como un axioma que rige la conducta y las significaciones a las cuales un sujeto puede tener acceso, nos referimos a un imperativo categórico unipersonal 29.

Los fantasmas neuróticos son fantasías perversas, pero muy distintas de las fantasías de un perverso. Los fantasmas del neurótico tienen un carácter de espectáculo privado, mientras que el perverso demuestra de manera abierta su fantasía. No es pensar en eso sino hacerlo. Una voluntad decidida de gozar realizando su fantasma. Lacan habla del deseo como voluntad de goce, como una fórmula posible el deseo perverso. El deseo neurótico está lejos de la voluntad de goce.

Para Sade no se trata ni del amor ni del deseo, sino del derecho y de los medios de obtener el goce. Y el modo en el que Sade parece obtener este goce en su fantasma es el paradigma del fantasma en la perversión.

En la experiencia sadiana se trata siempre de obtener el dolor del otro. Pero Miller nos advierte de que tenemos que ver de qué otro se trata. Si la víctima es un estoico –es el ejemplo de Lacan- y frente a la tortura del verdugo le dice: pues sí, quema, o vaya, si me has roto la pierna, estoicamente, entonces no se produce el goce sadiano. Ya que para que este se produzca se necesita del lado de la víctima, la subjetivación del dolor, herir el pudor de la víctima. (porque el goce como dice Lacan es amboceptivo). La experiencia perversa depende de esta relación.

¿Quién es el sujeto en el fantasma sadiano? ¿Dónde se produce la división del sujeto, la subjetivación, la experiencia de la falta? Debemos de decir que el sujeto en el fantasma es la víctima no el verdugo. La paradoja del fantasma de la perversión en Sade, como el paradigma de Lacan, es que el sujeto no es aquel que tiene la fantasía30.

La maniobra propia de esos fantasmas es construir las cosas de manera tal que cuando surge el sujeto, surge en tanto barrado, del lado del partenaire. Eso es precisamente el superyó. Producir angustia en el partenaire. Producir en el partenaire la manifestación de su falta, barrándolo. Este es el punto esencial de la maniobra perversa y tiene la misma estructura que “tengo el derecho de gozar de su cuerpo, puede decirme quien quiera que sea”. Quiere decir que es producir desde el exterior la angustia, una división del sujeto o el surgimiento del sujeto.

Los verdugos en el fantasma sadiano no son sujetos, no tienen lo esencial, la falta. También eso quiere decir –lo sabemos por los perversos- rechazar la castración.

No solo es eso, esa fórmula quiere decir que la subjetivación, el funcionamiento de la subjetividad, está del lado del partenaire y que el verdugo como encarnación del perverso, no tiene nada que ver con la castración, con el sujeto dividido. En la fórmula del fantasma. Lo peculiar es que el perverso tiene el lugar del objeto y no el lugar del sujeto.

Este es un análisis extraordinario de Lacan porque la intuición común es que el sádico trata al otro como un objeto. Y sin embargo la demonstración lacaniana es exactamente lo contrario, ya que en Sade se trata, en su fantasma, del partenaire como sujeto. El lugar del objeto, como tal, representa un real, una punta de real, es decir inalterable en la ley, en las regles que impone al sujeto y obtiene que precisamente, el sujeto surja se manifieste más allá de todo lo patológico. Producirle dolor es su manera de obtener el punto puro el sujeto, más allá de todo lo patológico.

Esto es lo esencial del análisis de Lacan, el punto determinante, siendo el resto del escrito preparaciones o consecuencia de ello.

Si tenemos como referencia la fórmula lacaniana del fantasma, el sujeto dividido en relación con el objeto a. Esto puede ser la problemática del fantasma.

Los matemas de Kant con Sade31.

 

Sade se coloca entonces en posición de objeto para ponerse al servicio de una Voluntad de goce, deducida de ese Otro absoluto que es la ley de la naturaleza a –> V.

La maniobra perversa somete al perverso a ser objeto de una voluntad. Al hacer surgir la angustia, la vacilación subjetiva del lado de la víctima, surge un sujeto dividido a –> V

–> $

Esta fórmula escribe que el perverso se hace objeto a en nombre de una Voluntad de goce, con el fin de provocar en el Otro la emergencia de una división del sujeto. Lo que indica al mismo tiempo que la castración fue bien identificada por el perverso. El Otro esta castrado ya que está dividido.

Pero hay que completar esta fórmula.

Se trata de producir la división en el otro (Otro), con la idea de que más allá de este sujeto dividido, sería alcanzable un puro sujeto de placer un S “Sujeto bruto del placer32. He aquí el matema de la perversión:

a –> V –> $ –> S

El a, como objeto mediante el cual se propone el perverso sostiene el fantasma perverso. Pero hay un segundo objeto en juego. El de la pulsión invocante del fantasma sádico, que es la voz obscena que profiere (por ejemplo, en el momento de herir el pudor del otro): ¡Goza! El imperativo categórico, como la pulsión, no tiene objeto. De lo que se trata entonces no es del objeto representativo, sino del goce mismo. El objeto de la pulsión no es ningún objeto del mundo, sino que es el plus de goce como causa del deseo33. Un imperativo que viene del Otro. Esta orden subsume una voz. El matema queda entonces tal cual, pero la cuadrilla se completa alojando esta voz en “V”.

El perverso hace aparecer la división del partenaire $, es decir su sumisión a la castración. Pero al mismo tiempo no reconoce la castración. Empuja la escena, más lejos, a veces hasta el límite de la muerte, siempre con la idea de encontrar un sujeto bruto del placer, un sujeto fuera de la castración. Es lo que Freud designo como Verleugnung que Lacan traduce como desmentida.

Para finalizar, el superyó a partir de este análisis de Lacan en Kant con Sade no es la policía, sino que aparece como lo contrario. Como un punto exterior, una ley absurda, que se impone a los seres humanos en los síntomas y en sus fantasmas produciendo o manifestando la división del sujeto.

Félix Rueda, miembro de la ELP en la Sede de Bilbao.

 

Notas:

  1. Miller, J.-A. Fundamentos de la perversión. En Perversidades. Ed Eol- Paidós, Bs. As, p. 35.

  2. Lacan, J. El seminario libro VII. La ética del psicoanálisis. Ed Paidós, Bs. As, 1988, p. 91.

  3. Es lo que Lacan en la Cuestión preliminar afirma: “antes de Freud… [hay] un fondo teórico que se presenta como psicología y no es sino un residuo laicizado de lo que llamaremos la larga cocción metafísica de la ciencia en la Escuela”.

  4. Miller, J.-A. Sobre Kant con Sade. En Elucidación de Lacan. Ed Paidós, pp. 230 y 231.

  5. Especialmente los capítulos que Miller tituló: De la ley moral (VI) y (XXIII) Las metas morales del psicoanálisis

  6. Miller, J.-A. Sobre Kant con Sade. En Elucidación de Lacan. Ed Paidós, p. 221. El abordaje de los síntomas corresponde a la terapéutica, la dimensión del fantasma es lo propio del psicoanálisis, p. 212.

  7. Paskvan, E. Kant con Sade, J. Lacan. Acentos nº 19. Boletín de la EEP-España, Febrero 1999.

  8. Miller, J.-A. Sutilezas analíticas. Ed Paidós, Bs. As., p. 174.

  9. Kant es el punto de viraje nunca detectado como tal, p. 744.

  10. Lacan, J. El seminario libro VII, La ética del psicoanálisis. Ed Paidós, Bs. As., 1988, p. 95.

  11. Op. cit., p. 95.

  12. Cassirer, E. El problema JJ Rousseau. En Rousseau, Kant, Goethe. FCE Madrid 2007, p. 54. Ver también Lakant, p. 26 y ss.

  13. Lacan, J. El seminario libro VII, La ética del psicoanálisis. Ed. Paidós, Bs. As., p. 96.

  14. Freud, S. «El problema económico del masoquismo». OC. Vol. XIX, p. 173.

  15. Lacan, J. El seminario libro VII, La ética del psicoanálisis. Ed. Paidós, Bs. As., p. 97.

  16. Ibid., p. 100.

  17. Lacan, J. Kant con Sade. Escritos II, Siglo XXI Ed, p. 746.

  18. Ibid., p. 747.

  19. Ibid., p. 747.

  20. Lacan, J. Kant con Sade. Escritos II. Siglo XXI Ed, pp. 747-748.

  21. Lacan, J. El seminario libro VII, La ética del psicoanálisis. Ed. Paidós, Bs. As., p. 98.

  22. La afirmación de Eichmann en Jerusalén, tal como lo relata Hanna Arendt, diciéndose kantiano, resuena con las afirmaciones de Lacan al final de su seminario XI sobre el sacrificio a los dioses oscuros, evocando los campos.

  23. Lacan, J. El seminario libro VII, La ética del psicoanálisis. Ed. Paidós, Bs. As., p. 99.

  24. Ibid., p. 100.

  25. Ibid., p. 100.

  26. Ibid., p. 228.

  27. Miller, J.-A. y otros. Lakant. Colección ECFB nº 4, p. 19.

  28. Ver especialmente la clase VIII, «La causa del deseo».

  29. Miller, J.-A. y otros. Lakant. Colección ECFB nº 4, p. 60.

  30. Miller, J.-A. Sobre Kant con Sade. En Elucidación de Lacan, p. 251.

  31. Me guío aquí del articulo esclarecedor de Alexander Stevens: «Una carta de Sade». En Perversidades, Ed. Eol-Paidós, Bs. As., p. 61 y ss.

  32. Lacan, J. Op. cit., p. 754.

  33. Miller, J.-A. y otros. Lakant. Colección ECFB nº 4, p. 60.