Presentación del libro La Práctica del Pase en las Escuelas del Campo Freudiano. Una iniciativa de Jacques-Alain Miller y Alejandra Glaze.

Comentario del capítulo “Las fructíferas antinomias del pase”, de Domenico Cosenza.

En éste trabajo, bastante conciso, Domenico Cosenza va extrayendo el jugo de diversas oposiciones que encuentra en torno al tema del Pase. Me detendré en algunos puntos que me gustaría dialogar.

En primer lugar, Cosenza explora la antinomia apuesta vs consagración. Y bien, podría darse, esto se señala en otros capítulos retomando los trabajos de Miller y otros, que el AE tendiera a creerse una especie de estrella, que habla de su propio análisis, ya consagrado en un lugar ideal que nadie interroga, que nadie toca, ni pregunta y que rápidamente se olvida. Cosenza propone favorecer que el AE apueste por un decir no todo garantizado por el Otro; ésta consagración del Otro en todo caso vendría por añadidura. Pero antes de llegar aquí, el autor parte de una pregunta, ¿cómo salvaguardar el agalma del pase?, cuando sabemos que el “éxito de una experiencia determina su degradación”, como el famoso ejemplo del “no saben que les llevamos la peste” de Freud desembarcando el psicoanálisis en EEUU. La palabra degradación me hace pensar en la dimensión temporal y tanática del asunto. Y bien, me pregunto si el acto del AE con su apuesta enunciativa viene cada vez a interrumpir, a revitalizar, subvirtiendo una temporalidad y un espacio, en un escenario que por estructura lo tiende a volver una estrella olvidada… ¿Por qué habría un analista memorable, que no se olvida, perdurable en el tiempo?

Después Doménico avanza en la antinomia entre interpretar el propio análisis e interpretar la Escuela, para lo que me parece que propone algo interesante. No se trataría con el Pase de hacer un continuo refrito del propio análisis ni de lanzarse al activismo institucional, sino de no prescindir del propio sinthome. En efecto, me parece que se trataría de hacer un uso del sinthome hacia la Escuela. Me parece que el refrito trae de nuevo la dimensión temporal del asunto, una suerte de repetición de lo propio, que vía sinthome podría dirigirse más allá de uno mismo hacia la interpretación de la Escuela, que no es el activismo en la Escuela.

Luego Cosenza pasa apoyándose en la idea de Lacan “los lugares interpretan” a discernir la diferencia entre los espacios en los que un AE enuncia, no siendo lo mismo hablar en una Comunidad pequeña, lugar para un debate crítico y en profundidad, con participantes que toman la palabra para interrogar al AE sobre puntos cruciales del análisis, que lo que un AE pueda decir ante una audiencia más amplia donde quizás prima el bien decir en la forma escrita.

Por último, se interroga sobre la tensión entre una acogida silenciosa del testimonio del AE o el examen crítico. Se trata para él de una cuestión de tacto, de acogida, de ir comentando el testimonio, sin pasar a una evaluación sacralizada del caso, desde una posición de saber por parte de la audiencia. Me interesa la palabra acogida, que remite a lo espacial, hacer lugar.

Extraigo de está lectura la impresión de que el tiempo y el espacio para el psicoanálisis dependen de la enunciación de un analista, que no hay porque caer en un relativismo escéptico. Este libro, vivamente anima a que nos sigamos preguntando, e inventemos uno por uno, qué lugar, qué tiempo para el psicoanálisis.

Y termino con unas cuestiones para que conversemos. Si bien el horizonte del fin de análisis o del pase puede tener lugar para un analizante, durante su análisis… ¿no introduce la estructura misma del dispositivo una subversión de estas dimensiones en tanto que implica un cambio de lugar (uno va a hablarle de eso a los pasadores, no al analista) y un cambio de tiempo (ya no se está aguardando el final, se finaliza)? ¿No da un AE cuenta justamente de un cambio de posición respecto a la escena traumática y una nueva temporalidad, no fijada ya en una antigua escena? Y bien, eso podría pasar sin el Pase, quizás, pero me parece que lo agalmático del pase, lo fructífero de sus antinomias, es precisamente que exista ese lugar y espacio para que cada analista reinvente el psicoanálisis, y es tarea del AE, pero también de ese “debate crítico y en profundidad con el AE” como dice Cosenza, que ésta práctica continúe.

Les deseo una fructífera conversación.

 

Mikel Arranz, miembro de la ELP.