María Verdejo | El Banquete de los analistas | Apunte sobre la lectura de la clase del 21 de marzo de 1990

Apunte sobre la lectura de la clase del 21 de marzo de 1990 del Seminario de “El Banquete de los analistas” de Jacques-Alain Miller, capítulo XVI.

(María Verdejo).

El eje central del seminario El Banquete de los analistas gira entorno a la pregunta qué es el analistay consiguientemente ¿qué es el psicoanálisis?

En este capítulo, titulado “El grupo analítico”, encontramos de entrada una indicación precisa de Jacques-Alain Miller en relación con la política institucional en psicoanálisis

“Tanto en la clínica como en la técnica del psicoanálisis el problema del ser del analista está mucho más velado que en la cuestión institucional…La política institucional no es entonces un agregado, un anexo al psicoanálisis, sino que toca, concierne, apunta al ser del analista”(MILLER J.-A. , El banquete de los analistas, 2000, pág. 280)

El capítulo continúa dividido en cuatro apartados.

En los dos primeros encontramos al final de cada cual una pregunta que J-A Miller deja abiertas para ser responddidas en los dos últimos apartados. Las hallamos en las páginas 283 y 286.

En los apartados 1 y 2 titulados respectivamente, Expansión y Encuentros, J-A Miller nos retrotrae alos comienzos del movimientos psicoanalítico, en los albores del siglo XX y en los comienzos de la enseñanza propiamente lacaniana, a partir de los años sesenta del mismo siglo, dandonos a ver los efectos que tuvieron para el movimiento analítico tanto el deseo de Freud como el deseo de Lacan.

Su estilo nos invita a volvernos partícipes de los acontecimientos, alojándonos en las situaciones y orientandonos a encontrar a través de ellos las paradojas en las que desembocala institución analitica paraponerlas al servicio del trabajo, trabajo siempre vuelto a hacer resurgir la preguntapor el psicoanálisis y su supervivencia.

Destaca en el apartado Encuentroslos efectos de discordia y reagrupamiento que implicó para Lacancolocar en el centro de La Escuela que, tanto la elección de analista como la formación operan bajo transferencia, subvirtiendo la ortodoxia reducida a los estándares de la práctica.

(MILLER J. A., 2000, pág. 286)este retorno al origen del grupo analítico como elección transferencial, vovlió tamto más aguda e ineludible la pregunta, ¿quién es analista?.

Los dos siguientes apartados se van a desarrollar alrededor de las dos preguntas formuladas, preguntas que como leemos reintroduce al trabajo la pregunta por quien es analista, cobrando relevancia el final de análisis y el paso de la posición de analizante a la posición de analista.

La desregulación de la práctica analítica, esta libre elección del analista – que es lo que aprende Lacan de su propia aventura en el psicoanálisis-, no hace más que intensificar la pregunta ¿quién es analista?. Y al no extender el ser analista a todos los que podrían autorizarse a ello, obliga a definir un mecanismo de selección. En este sentido, el pase está lejos de ser un simple añadido a la enseñanza de Lacan o a su práctica institucional (…) esta consiste en asegurar una selección de analistas sobre la base de que el analista es producto de un analisis (…) el pase es una manera de reclutar al analista a partir del inconsciente, de lo que este se volvió para un sujeto después de un análisis gracias al cual habría emergido en él el deseo de analista.(MILLER J.-A. , El banquete de los analistas, 2000, pág. 287)

Prosigue Miller interrogando sobre el deseo del analista y encontramos la definición del deseo del analista más allá la definición significante del deseo puro. Encontramos dos citas destacadas que nos sirven para situar este deseo impuro, título que da al tercer párrafo del capítulo.

 

 

(MILLER J.-A. , 2000, págs. 289-290)Aquí se destaca especialmente la proposición de Lacan según el cual el deseo del analista no es un deseo puro (…) En otras palabras, el deseo del analista no es un deseo de nada, es al menos el deseo de que un sujeto se analice. Entonces, esta finalidad hace del deseo del analista un instrumento del análsis, lo que lo vuelve impuro, pues le impide ser deseo de nada. Desde esta perspectiva, el deseo del analista no solo no se opone a la dirección de la cura, sino que la representa en su fase más profunda.

En la página 292 encontramos además que hay que agregar algo en referencia a este deseo del analista y que hace a una definición del deseo puro que incluye la vertiente de la pulsión de muerte alojada en el deseo en estado puro, en este deseo de nada. Por eso Lacan no hace del deseo del analista un deseo en estado puro, ya que lo volvería guardián y siervo de la pulsión de muerte dado que el deseo puro reclama el sacrificiodel objeto para constituirse en deseo de nada.

Así leeemos ,

 

(MILLER J.-A. , El banquete de los analistas, 2000, pág. 291) recuerden que en su genealogía este deseo de nada solo es tal porque existe previamente el sacrificio del objeto que lo retenía, del que tuvo que deslastrarse para su purificación.

 

Termina este capítulo con el apartado titulado Un amor sin límites en el que encontramos en el final de la experiencia de un análisis el más allá del horror al saber, es decir, la constitución no del amor al saber, sino del deseo de saber, deseo de saber que pasa por un trabajo para producir saber. Podemos así volver a la última página del capítulo precedente, cito, ¿Qué supone el deseo de saber? El deseo de saber es loq ue resulta de reemplazar el horror al saber, como horror a la castración (…) De suerte que ser analista y la capacidad de ocupar este lugar en el discursos analítico dependen estrictamente del advenimiento de un deseo de saber, lo que explica que Lacan pueda esperar que este ser analista haga avanzar el psicoanálisis.

(MILLER J.-A. , El banquete de los analistas, 2000, pág. 277)