¿Como trabaja en la institución alguien orientado por el psicoanálisis?

Soy educadora social y psicóloga, y actualmente trabajo en Agintzari S. Coop, la cual está centrada en el sector social.

Mi puesto de trabajo tiene relación directa con la atención a menores en situación de desprotección infantil grave, lo cual supone mantener una comunicación constante con la institución, ya que son programas licitados de la Diputación.

Mi función dentro de la cooperativa está relacionada con el acogimiento familiar en la provincia de Araba (como psicóloga y responsable de caso), y el apoyo a la adopción en Bizkaia (como terapeuta).

Describo brevemente en que consisten estas funciones:

  • Acogimiento familiar: se trabaja desde la institución con todos los vértices en el caso que sea posible.

Menor

Familia acogida        Familia biológica

  • La figura de responsable de caso es quien realiza un acompañamiento a todas las personas que están implicadas en el caso, pero sin realizar labores de psicoterapia. Se centra más en acompañar en la elaboración de historia de vida del menor, trabajando sus vivencias previas al acogimiento y las relacionadas con el acogimiento. En los casos en que es necesario llevar a cabo una psicoterapia, el menor es derivado a un terapeuta, trabajando en coordinación con él/ella.
  • Apoyo a la adopción: se trabaja tanto con el menor/adulto adoptado, padres, madres y hermanos adoptivos. La gran mayoría de casos se centra en trabajar la historia de vida y la post-adopción. En los casos que hay una demanda de búsqueda de orígenes, se trabaja con la persona implicada y con la familia biológica si se prestan a ello.
    En la actualidad en el programa también se ha empezado a asumir acoplamientos de menores, y adopciones abiertas con lo que ello supone.

En ambos programas, la intervención se basa en el acompañamiento para posibilitar la elaboración de las marcas/traumas que se han ido dando en la vida de cada menor/adulto.

Las viñetas que expondré más adelante tienen relación con el trabajo desarrollado en Araba, como responsable de caso, en Acogimiento familiar siendo yo de las pocas personas con una posición u orientación psicoanalítica dentro del programa.

Al ser programas licitados por las Diputaciones, esto supone una colaboración constante y coordinada con la Institución, y las personas coordinadoras de cada caso. En muchos casos, las personas de la institución (diputación) tienen dificultades para comprender las demandas que se realizan desde la posición del técnico, por ejemplo, sobre los tiempos que se solicitan para el manejo del caso, en contraposición con los tiempos que la institución demanda, muchas veces sujetos a launa ley de plazos. Estos tiempos, en otras ocasiones vienen supeditados por dictámenes judiciales, no habiendo opción de maniobra, teniendo que adaptar las intervenciones a la situación. Esto hace que sea muy difícil respetar los tiempos que necesita la persona involucrada y principal sujeto del caso.

Viñeta 1

Conozco a I. con 11 años, menor que lleva en acogimiento familiar desde los 4 años. Desde el 2014 hasta el 2020 siempre ha tenido la misma persona de responsable de caso, siendo un hombre ya que se valoró más adecuado por las características del caso. En 2020 esa persona solicita una excedencia, siendo yo contratada para cubrir su plaza y es cuando se me hace a mi responsable del caso e inicio mi intervención.

Al conocer a I., tanto la familia de acogida, como el menor se muestran resistentes al cambio, ya que la historia previa del menor ha estado judicializada y mediatizada por las torturas sufridas de niño, observándose marcas físicas de ello en I., junto con secuelas psicológicas. Con la familia biológica el trabajo esta pausado en el 2020 por orientación de la Diputación, pero más adelante lo retomaré.

Al comenzar a trabajar, me posiciono desde la escucha y acompañamiento, generando una alianza que posibilita que ante las dificultades que comienzan a acontecer en I. como adolescente en casa y escuela, pueda ir compartiéndolas. Del mismo modo, se retoma el trabajo de las preguntas que necesita que le responsan sus padres sobre su historia previa al acogimiento, teniendo gran relación con los momentos de flashbacks que tiene de manera cíclica, siendo algo muy doloroso para I.

A lo largo de dos años y medio de intervención tejo red con el centro escolar, con la terapeuta a la que derivo al menor, con la familia de acogida y una parte de la familia biológica. El trabajo con la familia biológica fue por fases, iniciándose primero el trabajo con la madre biológica, la cual estaba en el país de origen, pero debido a la gran fragilidad psíquica que presentaba terminó abandonando el proceso de elaborar respuestas a las preguntas de su hijo. Paralelamente se inició el trabajo con el padre biológico, el cual tiene una enfermedad mental con tintes paranoides, por lo que era imposible realizar un trabajo de reflexión y elaboración de responsabilidad frente a todo lo acontecido a I. Finalmente tras sufrir amenazas y diversas faltas de respeto, desde la Diputación se decide cesar el trabajo con el padre.

I. era sabedor del trabajo que se iba realizando de manera paralela con ambos progenitores, pudiendo comenzar a conversar él también de las dificultades percibidas en ambos padres, y asumir que posiblemente nunca tuviese una respuesta a ciertas preguntas.

I. debido a todo lo vivido en su primera infancia presenta cierta desorganización psíquica, la cual se intenta contener de diversas maneras (terapia, actividades equinas, flexibilidad en los encuentros conmigo). Del mismo modo, la alianza forjada con la familia de acogida y con el propio I. posibilita que en los momentos de dificultad I. pueda tener un sostén por todas las partes implicadas, recibiendo similares respuestas por todos. La adolescencia y cambio de centro escolar se tornan complicados, habiendo gran exposición de su persona. En ese momento se reincorpora a su trabajo, tras la excedencia, el compañero, volviendo a hacerse cargo del caso como responsable del mismo. Paralelamente la técnica de la institución es retirada de su puesto de trabajo, coincidiendo estas dos perdidas simultaneas con gran tristeza en I. y la familia de acogida.

Tanto I. como la familia de acogida, vivencian ambos cambios de manera negativa, si bien asumen, tras hablar con ellos, que la decisión de abandonar el caso no es mía, lo que no evita dificultades para hacer el cierre.

En octubre del 2023 finalmente salgo del programa. En diciembre del 2023 soy invitada a la fiesta de las familias, momento en el que nos reencontramos, mostrándose la familia de acogida quejosa sobre la figura de acompañamiento por el nuevo responsable de caso, solicitando mi vuelta con ellos, valorando que la manera de trabajar realizada con ellos no ha sido la usual y no se sienten acompañados del mismo modo.

I.que actualmente tiene 14 años,de manera natural se sienta cerca de mí y comienza a contarme su sentir y los cambios que están aconteciendo en su vida, las dificultades que está teniendo en el centro escolar, y la aproximación a realizar preguntas a sus progenitores.

Viñeta 2

J. es una menor que entra en el Programa de desprotección infantil grave cuando tiene 4 años, teniendo dos hermanos menores que ella. Más adelante la madre tendrá un cuarto hijo, con el que J. no tiene convivencia.

Conozco a J. cuando tiene 5 años, en un centro residencial, y soy quien hace el acompañamiento para ir a vivir con la familia de acogida. J. recibe con ilusión la noticia pero con gran incertidumbre, que la familia de acogida sabe gestionar muy bien.

J. deja a sus dos hermanos en el residencial al iniciarse la convivencia, no teniendo gran conciencia de la fraternidad que les une. Debido a la particularidad de los dos casos, y la orientación que se llevará a cabo con cada uno de ellos, se valora como positivo que J. tenga contacto con sus hermanos, con los cuales comenzamos desde el programa a articular visitas junto con la figura educativa.

En este caso, el trabajo se lleva a cabo con la familia acogedora, el hijo biológico de estos y J. más adelante se iniciará trabajo con el centro escolar, y la terapeuta a la que se derivará a la menor, para trabajar los motivos que dieron lugar a la separación brusca con la madre con ausencia de visitas y contactos.

En los primeros meses de convivencia J. manifiesta a sus acogedores estar enfadada con su madre biológica por no parar de tener bebés y tener que ser ella “mamá”, siendo escuchada por todos y acompañada, favoreciendo esto que las visitas y actividades puedan comenzar a ir mejor. Meses después J. es notificada de que ha nacido un tercer hermano, pero que por el momento no podrá verlo, algo que alivia y angustia a partes iguales a la menor.

El caso de J. pasa por muchas incertidumbres, debido a la intervención judicial existente por abusos sexuales, planteándose inicialmente como un acogimiento de urgencias (6 meses), para pasar a una posible adopción junto con los dos hermanos dejados en el residencial, y para valorar si podría volver a su país de origen con familiares con los que nunca había tenido contacto.Finalmente se establece un acogimiento temporal (2 años), encaminado a ser un acogimiento permanente (hasta que la menor necesite).

Todos estos cambios,en la institución no se cuida como comunicarlos a la familia, lo cual genera grandes angustias,tanto en los acogedores como en la menor, teniendo yo que recoger y acompañar las urgencias que sobrevienen a todos, ubicando al servicio como único punto de confianza y escucha.

Esto desencadena, que la menor comience a hablar de sus preocupaciones en el aula escolar, generándole gran confusión sobre su historia previa al acogimiento, acusando a la acogedora de haber sido quien generó el motivo de desprotección. Todo ello hizo, que tanto la terapeuta con la que J. llevaba 3 meses de trabajo, mi figura y la Institución tuviésemos que tejer una red de seguridad en todos ellos, a la par que rebajar angustias, comenzando a nombrar lo que hasta ese momento no se podía.

En 2022 los hermanos dejados en el residencial encuentran una familia adoptiva, y el bebé pasa a convivir con una familia de acogida, comunicando todo esto a J. a la cual le calma saber que sus hermanos están cuidados a la par que ella, coincidiendo con el momento de rebajar tensiones internas de su historia de vida.

La adopción de sus hermanos se plantea como abierta con J., siendo acompañada por sus acogedores y mi figura a conocer a la familia de sus hermanos, activándose visitas en medio abierto, naturalizando la relación, siendo actualmente 4 encuentros al año entre ambas familias.

Con el hermano pequeño, los contactos se desarrollan de manera indirecta, traspasándole información y fotos, a lo cual la menor comienza a demandar más, escucha que no es recibida en la institución. Del mismo modo, J. empieza a ponerse triste por llevar dos años sin ver a su madre, visitas que por orden judicial se retoman a finales del 2023, coincidiendo con mi salida del programa.

J. vivencia las visitas con su madre biológica, tras el trabajo realizado desde su terapeuta, el espacio familiar de la familia de acogida y con mi figura, como algo positivo, y se enfada con mi partida, depositándome su malestar, el cual es recibido y aceptado, pudiendo conversar sobre ello.

La familia solicita poder tener una foto de todos, para que J. pueda tener imágenes de su historia de vida compartida conmigo, ya que en casa manifestó gran pesar sobre mi partida, a lo cual acepto y se la hago llegar.

A finales del 2023, J. no acude a la fiesta de las familias, pero a cambio recibo en mi consulta privada una felicitación navideña, manteniéndome así presente en la historia de su vida.

Alba Ibáñez Lozano, psicóloga general sanitaria y trabajadora en el programa de apoyo a la adopción de Bizkaia.