De la demanda consciente al amor al inconsciente

No traten de comprender, decía Lacan, escuchen.

No hay recetas cuando un paciente viene buscando ayuda, pero sí ingredientes que no deben faltar, de los cuales me gustaría señalar varios: unos que atañen al paciente y otros al analista. Del lado del paciente, para empezar, comprometerse con el trabajo analítico consintiendo a la asociación libre, esto es, a decir cualquier cosa que le pase por la cabeza, incluso aunque no guarde relación con lo que nos esté contando. Precisamente, cuanto menos armonice con el relato, cuanto más libremente pueda asociar, con más facilidad revelará lo que está en juego realmente. Es una paradoja. Nosotros lo animamos a que despliegue su síntoma, a que hable de lo que le hace sufrir, le hacemos creer que es eso lo que queremos escuchar principalmente, y en cierto modo es así, ya que el síntoma es el vehículo (privilegiado y esencial) inmerso en el cual está el principio activo que nos interesa y que no se puede abordar de manera directa: lo reprimido, lo inconsciente. Nos servimos del sentido que le da el paciente a las cosas que le pasan, sí, pero para ir más allá. Nos interesa especialmente lo que no encaja en su relato: lo enigmático, lo contradictorio, lo que no armoniza. Son estas lámparas las que nos guían en el laberinto del sentido. Y si se siente concernido por estas cosas que no comprende, si es capaz de hacerse cargo de eso, de sentirlo como suyo, ¡es que vamos por buen camino!

Hay otra cosa, relacionada con esto último, que es vital que aparezca en el paciente, y que el analista trata de favorecer: el reconocimiento de su participación en eso de lo que se queja. Cuando ocurre, decimos que se ha producido la rectificación subjetiva, sin la cual no hay trabajo analítico posible.

Estos momentos en los tratamientos me parecen muy bonitos, porque los pacientes empiezan a traer a las sesiones cosas diferentes a las que traían al principio, que estaban más relacionadas con la queja. Empiezan a aparecer cuestiones que tienen que ver más con el enigma por cuestiones propias que con la queja, aunque ésta no desaparece. Con palabras de Enric Berenguer: “El psicoanalista es lo que puede permitir, por los efectos de transferencia, que la demanda se modifique: de la repetición de una queja hacia una cuestión del sujeto” 1.

Recorto una viñeta clínica como ejemplo de esto:

Se trata de un paciente que viene con una queja insistente relacionada con el miedo a la soledad, más concretamente a que lo dejen solo. Esto se acompaña de lo que él describe como gran ansiedad, y su demanda al principio del trabajo terapéutico es clara: quiere estar más tranquilo y reducir esta ansiedad. En una sesión le señalo: “con todos los amigos de los que me hablas, no entiendo este miedo tuyo”. A lo que responde, sorprendido por lo que se escucha decir: “a lo mejor es que tengo que estar siempre acompañado”. De este hombre sobresale un síntoma, que tiene que ver con sustraerse de la escena siempre que es convocado como sujeto, y que le ha ocasionado problemas serios en su vida.

Un día relata que siendo muy joven, podía sostener relaciones de pareja, solo hasta que veía inminente el primer encuentro sexual. En ese momento salía escopetado de la relación. Él no podía decir nada acerca de esto, salvo que el miedo a dejar a una chica embarazada le resultaba insoportable, pero al relatarlo dentro del marco analítico es cuando adquiere el valor de enigma para él. Esto no sucede inmediatamente, además él en las sesiones trataba de reproducir su síntoma, taponando al sujeto con el bla bla bla cada vez que aparecía, al mismo tiempo que yo hacía todo lo posible por impedírselo. Este tira y afloja va dando sus frutos, y un día de pronto, relaciona por primera vez esos escapes de su juventud con otro episodio crucial, esta vez de su llegada al mundo: abandonados por el padre cuando la madre estaba embarazada de él, siempre había puesto el foco sobre su madre al relatar esta parte de su vida. Como si fuese algo que solo tuviera que ver con ella. Ahora él puede empezar a sentirse concernido también por lo que ocurrió, puede ir responsabilizándose de ese baile entre rechazar, y el miedo al rechazo que ponía a cargo del otro y del que se quejaba. Esto hace que se produzca un viraje en la demanda: de solicitar ayuda para rebajar o eliminar la ansiedad, a buscar la manera de hacer con eso que le pasa a él, que aunque le siga resultando enigmático, empieza a reconocerlo como suyo.

A veces ocurre que el paciente se resiste a la asociación libre y se aferra al sentido, pero sin querer, solo por el acto de hablar, también va a tropezar con hallazgos que no se avienen bien con el sentido. Sea como sea, el analista va a querer atrapar eso siempre, y a veces cuesta porque suelen ser cosas con tendencia a escaparse. Como decía Freud, “el león salta solo una vez”2. Aunque menos mal que otros leones saltarán (pensando en quienes tienen la atención flotante no siempre afilada). Esto es algo, por cierto, difícil para mí, y que quiero compartir. Por un lado, tener en cuenta las diferentes caras del síntoma, el fantasma, la estructura, los anudamientos real-simbólico-imaginario, etcétera… a la vez que mantener una atención flotante. Por otro lado, y parafraseando a Freud en “Consejos al médico, 1912”, si ponemos el foco en algo, si elegimos a qué prestar atención, la asociación libre por parte del paciente no servirá de mucho. Esto me cuesta, como también me cuesta confiar en el equipo que forman la atención flotante y la memoria. Con palabras de Freud: “ Hay que escuchar al sujeto sin preocuparse de si se retienen o no sus palabras3.  No elegir ni retener entonces, pero sí estar receptivo a que lo encriptado que hemos ido escuchando, salga de las bambalinas de nuestra memoria y se suba al escenario cuando corresponda, entrando en escena a su vez con el acto analítico preciso vía improvisación (porque esto no está nunca en el guión). Improvisación de la que habrá que dar cuenta, por otra parte, pues no cualquier cosa vale.

A veces todo esto ocurre… y otras no, pero siendo honesta, creo que esta dificultad mía es lo que más me empuja a querer saber, tanto del psicoanálisis en general como de mi inconsciente en particular. Quizá todo esto que acabo de describir se parezca más a un juego de malabares imposible, que a lo que ocurre en una sesión, pero no es tan complicado, cuando se está orientado por la brújula que conviene, la del deseo del analista. Facilitamos que el analizante asocie libremente para que asome lo reprimido que se cuela en su discurso. El analista es el obstetra que asiste al parto del sujeto del inconsciente, pero a diferencia de éste, cuya misión acabaría ahí donde el ser nace, la del psicoanalista, diríamos, no hace más que empezar. El deseo del analista no está orientado por ideas preconcebidas de lo que al paciente le conviene, no añade, no trata de enderezar ni de reeducar, nada de eso. Se trata más bien de arreglárselas con lo que hay, artesanalmente. Va recogiendo el sentido de lo que escucha pero sin aportar de más, al contrario, trata de reducirlo, recortarlo, vaciarlo… Se trata de hacer salir al paciente de la metonimia del sentido que le produce sufrimiento, dejando este sentido cada vez más exangüe a la par que vamos vascularizando el fuera de sentido. ¿Y cómo se hace esto? eso quisiera saber yo, me digo a veces. Como vengo diciendo, no hay un itinerario prefijado, pero nos servimos de un instrumental muy valioso: principalmente la transferencia, y además la interpretación, los actos analíticos, los cortes de sesión, alusiones, introduciendo la sorpresa… entre otras cosas, ya que no hay un método universal, algo así como una guía del psicoanalista. No hay guías, pero sí una luz que orienta tanto como la del faro en la mar, o como la brújula que mencionaba antes en relación al deseo. Aquí va otra, igual de indispensable, es la formación del analista, y como parte fundamental de esta, el análisis personal. Así como la supervisión de los casos clínicos con los que se esté trabajando.

En resumen: Lo que queremos es impedir que el significado de siempre y que hace sufrir, siga anudado al significante que está en juego en ese momento para el sujeto. Hay que conseguir dejar este significante suelto, para que pueda anudarse a otra cosa que haga la vida más alegre, más vivible y más ligera.

Verónica Llorente, psicóloga de orientación psicoanalítica.

 

Notas:

  1. Berenguer, Enric. ¿Cómo se construye un caso? Ned, Barcelona, 2018.
  2. Freud, Sigmund. “Análisis terminable e interminable”, Obras completas, tomo 23. Amorrortu, Buenos Aires, 1979.
  3. Freud, Sigmund.“Consejos al médico sobre el tratamiento psicoanalítico”, Obras completas, tomo 12. Buenos Aires, 1976, p. 112.

 

Bibliografía:

  • Freud, Sigmund. “Análisis terminable e interminable”, Obras completas, tomo 23. Amorrortu, Buenos Aires, 1979.
  • Freud, Sigmund.“Consejos al médico sobre el tratamiento psicoanalítico”, Obras completas, tomo 12. Buenos Aires, 1976.
  • Berenguer, Enric. ¿Cómo se construye un caso? Ned, Barcelona, 2018.
  • Freud, S. “Sobre la iniciación del tratamiento”, Obras completas, tomo 12. Amorrortu, Buenos aires, 1976.
  • Miller, Jacques Alain. Leer un síntoma. París, 2011.
  • Alvarez, Jose María. Efectos de psicoanálisis. Valladolid, 2009.
  • Serra, Marta. El psicoanálisis en singular. Ned, Barcelona, 2021.