Mi práctica con personas con TEA
Mi práctica en una Institución que atiende a personas con TEA basada en mi formación psicoanalítica Lacaniana
Desde algo más de treinta años desarrollo mi labor profesional en una Institución qué atiende a personas con TEA, trastorno del espectro autista. Trabajo de educadora en uno de los varios Centros con lo que cuenta. Este se encuentra ubicado en Bilbao, al que acuden doce personas entre los 21 y 33 años.
Durante un tiempo la Institución estaba orientada por una corriente psicoanalítica lacaniana; la dirección técnica, la llevaba nuestra estimada colega psicoanalista de la AMP y de la ELP, Elena Usobiaga. Ello me animó a iniciar mi formación en la ELP. Apuntándome al seminario impartido por Iñaki Viar; psicoanalista de la AMP y de la ELP, cuyo título era: “Introducción al psicoanálisis de Freud”. Esté seminario me abrió preguntas, y un entender diferente a lo que yo había estudiado en la carrera de psicología así como un fuerte deseo a querer saber: “Saber sobre mí, sobre mi inconsciente”. Al de poco tiempo después, llamé a la puerta de un analista.
Durante años se realizaban sesiones clínicas semanales, con asistencia y participación de todos los profesionales implicados en la atención directa. Se conversaba y discutía sobre un caso particular. Intentaba no faltar a ningún encuentro. Además se impartía quincenalmente coordinado por Elena Usobiaga un seminario, en el que se leía El Seminario. Libro 3: Las Psicosis de J. Lacan. En dicho seminario, a parte de la lectura del texto, exponíamos dudas de cómo intervenir, desde qué posición, etc. en nuestra practica en los Centros. Fui dándome cuenta de la importancia de escuchar al psicótico, al autista, e interrogarnos sobre qué nos quiere decir. Siempre salía con un deseo de querer ir aprendiendo un poquito más del tema. Estaba ya “inmersa en la orientación psicoanalítica lacaniana”.
Evolución. Cambios en la Institución
Hoy en día la Institución no está orientada por el psicoanálisis. No hay sesiones clínicas. La institución en estos años experimentó un importante crecimiento, pasando de un Colegio y Centro de Día, a contar con el Colegio, con aulas repartidas en diferentes municipios, varios Centros de Día, Viviendas, Centro Ocupacional y más servicios.
Hace cinco años se eliminó la figura de coordinador de Centro por la de jefe de intervención.
En cuanto a la documentación, pasamos de escribir poco, a una necesidad casi obsesiva de recoger información de las personas, “Queriendo recoger todo”. También se elaboran una serie de protocolos y registros semanales, entre otras cosas. Una vez al año, se pasan encuestas de satisfacción a familias, profesionales y a personas con TEA. La sociedad y las leyes establecidas por el gobierno, han hecho que cosas que en otro tiempo eran naturales, ahora son antinaturales, prohibidas. Tenemos las leyes de protección de datos, de imagen y la ley sobre las restricciones físicas y químicas.
Lo más curioso de todo, en mi opinión, es que la metodología ha desaparecido de la documentación que empleamos. Lo que interesa son las evidencias; si hacen ó no hacen las actividades ó tareas programadas. Ahora se habla de cómo intervenimos con las personas y que todos hagamos de la misma manera. Se tiende a un discurso único, como en la sociedad.
Hoy en día resulta difícil construir un caso en educación. Todo está fragmentado y muy medido; “¿Son datos que aportar algo o no?”, “Blanca, aquí venimos a pasarlo bien, piensas demasiado, ¿para qué saber?», “Es un trabajo, nos pagan y para casa”. ”Descansa, no pienses “. Frases como estas escucho de otros profesionales en mí día a día de trabajo.
Mi opinión es: “Sí no hay confianza, transferencia, no es posible trabajar”. Recojo una frase de nuestra estimada colega Hebe Tizio, fallecida recientemente, en su libro: Reinventar el vinculo educativo: aportaciones de la Pedagogía Social y del psicoanálisis; “Lo que frecuentemente se olvida es que la transferencia sostiene la Educación”1.
En estos momentos es muy difícil crear espacios de reflexión y debate para poder hablar de los casos, contando con un equipo multidisciplinar, como eran las antiguas sesiones clínicas. “Que él otro me diga que tengo que hacer y lo hago”, “Lo relleno y ya está”. Otras frases que oigo constantemente en mi trabajo. Cuando preguntó a compañeros desde qué formación o teoría se basan para trabajar, me contestan: “Ensayo y error”. En esto estamos.
Yo sigo trabajando en base a mi orientación y formación clínica; en la escucha y el conocimiento de cada sujeto que llega al Centro. Lo primero es interesarme por él, acercarme y que poco a poco él pueda confiar en mí. Tomar en cuenta su palabra.
Como antes he mencionado, trabajo en un Centro de Día, al que acuden 12 personas, la mayoría con un diagnostico de TGD sin especificar.
La función de un Centro de Día es trabajar por la autonomía e integración de la persona en la sociedad. Teniendo en cuenta los gustos e intereses de las personas, diseñamos actividades que lleven a conseguir alcanzar estos dos objetivos. Las actividades las diseñamos entre los cuatro profesionales y se llevan a cabo grupalmente, prestando los apoyos que precisan y retirándolos en función de los avances que realizan. Se hace uso de los recursos del entorno, como son; la biblioteca, comercios, polideportivo, transporte público, etc.
Cuando se incorpora una persona al Centro, se hace una entrevista con la familia para recoger su historia, su recorrido, sus capacidades, gustos e intereses así como las dificultades que pueden tener. Tras un periodo de observación, y si se decide que permanezca en el Centro, se elabora un plan de trabajo con él. Estos planes se van evaluando y modificando en función la evolución de la persona.
Mi práctica basada en mi formación psicoanalítica
J se incorporó al Centro en octubre de 2012. Desde su inicio, se oponía a realizar las tareas cotidianas; comer solo, limpieza de dientes, dormir la siesta, cambiar de espacio, etc.
Una clave fundamental para trabajar con J fue respetar sus tiempos y espacios. Nos dimos cuenta que necesitaba tiempo para seguir las indicaciones que se le decían; “J es hora de comer”. Su respuesta era siempre decirnos “No”.
Darle espacio y tiempo a que él lo haga sin enfadarnos. Por un lado, no estar pegada a él y por otro lado, no meterle prisa ya que ante la prisa se enfada.
J es un chico muy sensible a cómo nos dirigimos a él, es sensible a la palabra del Otro. Tengo en cuenta su subjetividad y sus intereses: escuchar canciones, cantar, etc.
Recojo un párrafo del libro de Martín Egge, El tratamiento del niño autista, que dice: “La palabra dirigida al niño autista se le hace fácilmente angustiante, no puede controlarla, sino, por el contrario, es el medio privilegiado para empujarlo a ser alienado a la voluntad del Otro, a ser su marioneta. Por eso el niño autista se defiende con su clausura hacia el mundo externo para no estar a merced del Otro”2.
Hoy en día come solo, se lava los dientes y manos con nuestra ayuda. También echa la siesta todos los días en el sofá. A nivel de lenguaje ha mejorado expresándose mucho más y diciendo claramente lo que quiere y lo que no.
Hace unos años A se incorporó a nuestro Centro, derivado de otro Centro en donde había demasiado ruido para su nivel de tolerancia, le generaba mucho miedo y angustia. Tomé en cuenta este nivel de angustia y empecé a trabajar con él con el fin de rebajar esa situación.
Lo primero fue hacer una reunión con los antiguos profesionales del otro Centro y una primera entrevista con los padres. Me dicen, que A es muy literal y que el tono imperativo no lo tolera. Tengo en cuenta lo que me trasladan en estas reuniones a la hora de dirigirme a él.
Me pareció importante mantener en su nueva ubicación las actividades y tareas que hacía hasta ese momento, con el fin de darle una continuidad y el cambio no fuera tan brusco para él.
Si está escuchando música en una sala, a puerta cerrada, yo llamo antes de entrar y le pido permiso. O cuando le toca poner la mesa, se lo recuerdo sin utilizar un tono imperativo. Los padres de A me dicen que viene muy contento al Centro.
Hay muchos factores que les afectan y que bajo mi criterio es necesario e importante tener esto en cuenta, para no exigirles demasiado. Pueden llegar a entrar en crisis, agredir ó autolesionarse.
Una frase de Martin Egge en Tratamiento del niño autista. “¿Qué busca el niño autista y psicótico? Busca en consonancia con lo que su estructura pide. Y, entonces, el saber que proviene del psicoanálisis sirve no para llenar de interpretaciones el espacio del sujeto, sino para inventar un lugar de vida que sea conforme a los imperativos de la estructura, un lugar que pueda tratar de responder a las cuestiones que la estructura plantea en los casos de los niños autistas y psicóticos”(3)3.
Dificultades en mi práctica. Dudas y preguntas
Cuando se trabaja en una Institución que atiende a personas, en este caso personas con TEA, es esencial, trabajar con ellos y para ellos, y a la vez trabajar con los padres o con sus familias. Esta es una premisa que se habla mucho en la Institución, pero bajo mi punto de vista, y según algunos comentarios de familias, se puede poner en cuestión. Nos trasladan su malestar; “No pintamos nada, no nos tienen en cuenta”. Está es una de las frases que yo he escuchado.
¿Qué necesitan las personas con TEA? Desde la Institución es lo que tenemos que preguntar, preguntarnos y preguntarles a ellos.
Al redactar el texto, me he dado cuenta, que yo también estoy contagiada del discurso de la Institución en la que trabajo. En la que se repite mucho el significante: “Personas con TEA”.
En mi opinión trabajar hoy en día en una Institución, resulta difícil y complicado. Por un lado se nos pide, yo diría más, se nos exige que cumplamos con “rellenar” registros, encuestas, etc. Lo más importante son los números, no las personas. Y luego está la inmediatez: tenemos que responder rápido a lo que nos mandan nuestros jefes. La burocratización del sistema.
No hay una orientación clara a la hora de intervenir con los sujetos. Cada profesional interviene según su formación sobre autismo. Esto da lugar a que en varios Centros los equipos no funcionen. Dando lugar a más crisis y nerviosismo en estos sujetos.
Hay compañeros que me dicen que soy muy permisiva, que cuido y protejo a los chicos demasiado. Siempre me indican que tienen más capacidades y que puede hacer más de lo que hacen. Yo les rebato diciendo que puede que tengan capacidades, pero luego está lo que pueden o no soportar de nuestra presencia, de cómo nos dirigimos a ellos, si es en un tono amable ó autoritario, etc. y también lo que pueden hacer, dependiendo de su momento y circunstancia, como cambios en su entorno familiar, su estado físico, su estado emocional, etc.
Creo que el reto de la educación es hacer algo para ayudar al sujeto a civilizarse y por otra parte descompletarse a sí misma (la educación) lo suficiente de su propia demanda para que el autista encuentre un espacio en el que pueda atreverse a mostrar algo de su subjetividad. Y que haya otro que pueda leer, escuchar, y/o ver la emergencia de esa subjetividad.
Me pregunto de que manera ayudar a cada autista que llega a la Institución a que encuentre su lugar en el mundo, sin dejarnos arrastrar por las prisas en responder a las diversas demandas que nos encontramos: Institución, padres, etc.
Blanca García Oviedo, socia de la Sede de Bilbao de la ELP.
Presentación en el espacio Psicoanálisis y Salud Mental – 20/01/2024
Notas:
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Tizio, Hebe. Reinventar el vinculo educativo: aportaciones de la Pedagogía Social y del psicoanálisis. Gedisa. Biblioteca de Educación. Barcelona, 2003, 2ª ed., 2005, p. 15. ↑
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Egge, Martín. El tratamiento del niño autista. Gredos, Madrid, 2008, p. 128. ↑
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Ibid., p. 129. ↑