Algunas notas sobre el diagnostico en salud mental

Estamos ahora, encaminados hacia las próximas jornadas de la AMP, “Todo el mundo es loco”, con las que nos adentraremos a investigar entre otras cosas, en éste ambiente cultural de despatologización, que pasa con el rechazo a los diagnósticos en salud mental. Las nociones epistemológicas de la psiquiatría clásica, esos monumentos clínicos: la paranoia, la esquizofrenia, la melancolía, la histeria, el automatismo mental, los delirios de interpretación, las parafenias… ¿Tienen vigencia aún?

Diagnósticos, han ido proliferando mucho con el paso del tiempo. Ha sido muy discutida por varios autores la desintegración de la clínica clásica en los manuales DSM y CIE. Por citar uno, Paul Bercherie, psiquiatra que en su tesis dice “ya desde hace algunas décadas, la psiquiatría ha comenzado a tener vergüenza de la clínica pura, de la simple observación, de la mirada1. Nos encontramos en un momento en el que la noción misma de diagnóstico y de salud mental está en entredicho, se rechazan abiertamente las categorías clínicas que se consideran imposiciones del sistema biomédico sobre los cuerpos. Paul B. Preciado, por ejemplo, radicaliza esas propuestas. Dice: “acepté el yugo de identificarme como transexual y por tanto, acepté que mi subjetividad, mi cuerpo, mi psique, fueran considerados, según el saber que ustedes profesan y defienden, como patológicos2 Esto se lo dijo a los psicoanalistas de la ECF en 2019. Éste campeón de la despatologización que como solución, propone testosterona mediante “inventar un afuera3 no duda en ubicar a los psicoanalistas del lado de los amos a los que se sometió y de los que se rebeló.

La desaparición progresiva de la consistencia epistémica de las categorías diagnósticas en salud mental, no es cosa de ayer. La técnica y el discurso científico, se las arreglaron para ir armando nuevas entidades en éste impass que tuvieron sus momentos de auge, la adicción como paradigma explicativo de casi todas las conductas repetitivas (el juego, los móviles, el trabajo…), las ya conocidas modas diagnósticas como el TDAH que reventó récords en su día…

No se trataría de soñar nostálgicamente con la vuelta de épocas mejores en que los padres de la psiquiatría y el psicoanálisis daban cuenta con un saber más sólido del malestar de la época.

Considero que lo interesante de la clínica estructural de Lacan no es que arme una mejor descripción de la patología mental, sino que precisamente, reduce lo descriptivo a un par significante, hay o no hay NP. Esto da cuenta de un real de la clínica, sin invadir el campo con significantes amo descriptivos. No se trata de hacernos fenomenólogos, o neo-fenomenólogos usando la nueva retórica trans, del real de la clínica. Sí, no obstante, es fundamental la escucha e interpretación de dichos significantes que revolotean en torno a la cosa, a veces ayudando a armar suplencias, otras favoreciendo su caída para permitir al sujeto salir de severas inhibiciones del deseo de saber.

A una escala más cotidiana, la autogestión, automedicación, el autodiagnóstico, la autoayuda, y los diversos auto… dan cuenta de amplios sectores de población que prescinden de Otro de la salud que nombre el malestar que les ocurre. Pero éstos que prescinden de ser diagnosticados, no tienen por qué quedarse solos. Están los grupos de anoréxicas, los trans, los del espectro autista, los adictos anónimos de diversa índole, que hacen grupo, que a veces en decisión grupal consienten a ser tratados por profesionales de la salud mental. A veces, no siempre.

Para muchos será conocido el trabajo del psicoanalista José María Álvarez sobre la psicopatología clásica, su tesis La invención de las enfermedades mentales, su trabajo dedicado al campo de la Otra psiquiatría, otros muchos escritos. Me parece interesante lo que plantea Emilio Vascheto, psicoanalista argentino que lo ha seguido mucho años pero que en su libro Ser loco, estar loco, se desmarca de la posición de Álvarez. Para Vaschetto, no se trataría de un retorno a los clásicos, sino de hacer un uso de la psicopatología clásica para orientarnos en la época de la post-psicopatología. Época en la que el acento iría del lado de una clínica más pragmática orientada no solo hacia la localización de los fenómenos sino hacia las diversas estabilizaciones, suplencias, sinthomes, en el ámbito de la salud mental.

Entonces, si bien me parece que el clínico de salud mental puede orientarse por los clásicos diagnósticos psicopatológicos y las estructuras freudianas que Lacan matematiza; sería interesante tener en cuenta hasta que punto estos nombres clásicos son o no incorporados en los sufrientes del siglo XXI que aparecen en nuestras consultas. También sería interesante preguntarse en qué medida dichos diagnósticos siguen o no ordenando el propio aparato interno de salud mental, los recursos socio-sanitarios etc., o si más bien van ganando peso otros asuntos como los recursos económicos, la vulnerabilidad social, los antecedentes traumáticos, la violencia de género…

Para el Campo Freudiano es importante, en el Instituto, en las Sesiones clínicas, la psicopatología clásica. Pero no para añorar viejas épocas de gloria psiquiátrica, sino para apoyándonos en lo mejor de la observación, poder orientarnos en aquello que precisamente escapa a la clasificación. El espíritu de Arcachon y Antibes, de conversación sobre los casos inclasificables, también puede inspirar un trabajo sobre lo que escapa a los casos más claros en el aspecto diagnóstico.

Para terminar, diré, que ya no es el médico el que hace el diagnostico o el que establece lo que es mentalmente sano. Todo el mundo es loco, todo el mundo delira, todos diagnosticamos y tratamos. No hace falta avanzar mucho para que al charlar con Fulano ya le estén lloviendo a uno tres o cuatro diagnósticos y propuestas terapéuticas.

Seamos prudentes, como decía Aristóteles y nos recordaba el otro día Miller. Escuchemos con prudencia lo singular, en ésta época que despatologizando patologiza, que retirando diagnósticos, pone los nuevos más elevados.

Mikel Arranz, miembro de la ELP y AMP.

 

Notas:

  1. Bercherie, P. Los fundamentos de la clínica. Editorial Manantial, Buenos Aires, 1993.
  2. Preciado. P.B. Yo soy el monstruo que os hablo.
  3. Preciado. P.B. Yo soy el monstruo que os hablo.